Londres / Madrid / Oviedo, Agencias / P. Á.

Un avance extraordinario, pero que no debe ser considerado una creación de vida artificial y que, en cualquier caso, reclama el establecimiento de nuevas reglas éticas para un correcto desarrollo de sus aplicaciones.

La consecución, por vez primera en la historia, de una célula controlada por ADN de elaboración humana ha suscitado reacciones de admiración y cautela. La investigación liderada por Craig Venter -Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2001 y uno de los genetistas más famosos del planeta- promete aplicaciones de gran relevancia, aunque todavía lejanas en el tiempo. Pero no faltan quienes -como el médico asturiano Marcelo Palacios, experto en bioética- se realizan una preguntan básica: a quiénes van a beneficiar esos futuros avances.

El trabajo de Venter y sus colaboradores ha sido publicado por la revista «Science». Varias décadas llevaban una multitud de científicos de todo el mundo manipulando algunos genes de animales y plantas. Sin embargo, es la primera vez que alguien consigue cambiar el genoma completo.

Con todo, algunas voces surgidas ayer convocan a una cierta mesura. Es el caso del subdirector del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, Luis Serrano, quien señaló que Craig Venter exagera «un poco» al hablar de «vida artificial». Serrano indicó, no obstante, que se trata de un «hito científico» inédito hasta la fecha y que «abrirá el camino a la curación de muchas enfermedades». Pero hasta que pueda hablarse de una aplicación práctica «pueden pasar quince años», estimó. A Serrano le asaltan incertidumbres: «Me preocupa que, con este descubrimiento, podamos modificar el genoma humano», alertó el subdirector del CRG, quien comparó el hito con la secuenciación del genoma.

Los científicos estadounidenses han logrado replicar en el laboratorio el genoma de la bacteria «Mycoplasma Mycoides», al que agregaron una secuencia de ADN con una dirección de internet, para quien desentrañe los misterios de su experimento. A continuación, colocaron ese genoma ajeno en la bacteria «Mycoplasma Capricolum», a la que le habían extraído previamente la mayoría de su información genética. Como consecuencia, el nuevo genoma pasó a controlar la célula, que comenzó a producir las proteínas que el ADN trasplantado le pedía.

«Ésta es la primera célula sintética que se haya hecho y la llamamos sintética porque está totalmente derivada de un cromosoma sintético», manifestó Venter. En realidad, sólo es sintético el genoma, mientras que el resto de la célula es natural. El objetivo final de los investigadores consiste en instalar en una bacteria un genoma elaborado en el laboratorio que le ordene realizar labores de utilidad para el ser humano.

Synthetic Genomics, una compañía fundada por Venter, ya cuenta con un contrato por valor de 600 millones de dólares con la compañía petrolera Exxon Mobil para producir algas que atrapen el dióxido de carbono y generen biocombustibles.

Es en este epígrafe, en el de las aplicaciones, donde surgen las reticencias de la comunidad científica y de los especialistas en bioética. Carlos Martínez Alonso, ex secretario de Estado de Investigación, subraya que los resultados de Venter suponen un avance extraordinario, si bien no significan haber creado vida artificial. A su modo de ver, «puede tener en el futuro extraordinarias utilidades para luchar contra los grandes problemas», como la crisis alimentaria o la crisis energética.

Acerca de cabe dar a este avance un uso perverso, Martínez señaló: «Nuestra sociedad es una sociedad de riesgos». Considera el ex secretario de Estado que es la sociedad la que «ha de poner el marco, la regulación y las normas para la aplicación y generación de este conocimiento».

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