El próximo viernes se despide como director titular de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA)

Oviedo, Pablo GALLEGO

Anteayer, Maximiano Valdés llevó su coche al taller. «Necesito que que le hagan una revisión para ponerlo a la venta», señalaba. El maestro chileno se va. Deja la batuta de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), su casa musical durante los últimos 16 años. Y lo hace satisfecho, con una relación «sana, de respeto y afecto por la institución y sus músicos». Algo que, como él mismo reconoce «no es fácil después de tantos años». La despedida oficial será el viernes, con un concierto en el que la OSPA interpretará las dos obras con las que Valdés se puso al mando por primera vez. A su sucesor le queda el reto de llevar a cabo una «agresiva política de expansión» en lo musical «y conseguir que las consejeras de Cultura se pongan al teléfono», bromea.

-¿Qué cree que sentirá el próximo viernes cuando baje los brazos y el concierto termine?

-Cuando tome el avión y me vaya será cuando realmente me dé cuenta de que se ha terminado el ciclo y de que ya no soy el director titular de la OSPA. Pero tampoco es un adiós. Seguiré ligado a esta orquesta. Me voy con un espíritu expectante hacia el futuro, y satisfecho del trabajo que se ha hecho.

-Parece imposible que, en dieciséis años, no haya habido problemas serios que le hayan hecho sacar el genio.

-Claro que los hemos tenido, pero se solucionaron con inteligencia. Yo soy de un talante naturalmente conversador. Trato de buscar acuerdos, hace mucho tiempo que dejé de pensar que el puño sobre la mesa resuelve las cosas. Claro que ha habido momentos de crisis, de tensión, dificultades. Pero de las autoridades políticas de Asturias he recibido un respaldo incondicional que me ha permitido sacar el proyecto adelante. También es importanse no tomarse las cosas demasiado en serio. Saber reírse. Porque las razones no están siempre de una parte. Hay que ser capaz de decir «oye, me he equivocado, perdona».

-¿Usted lo ha hecho?

-A pesar de ser el director, sí, lo he hecho. Y la orquesta lo ha apreciado. Nunca he tratado de imponerme por el cargo que tengo. Sí de dar razones musicales y de hacer la música de una determinada manera. Cada uno aporta a la orquesta su propia naturaleza.

-¿Es difícil trabajar bajo la presión política?

-Siempre he tenido la consciencia clara sobre cuál es la realidad asturiana. Y que los dineros, en términos de poder hacer una agenda nacional e internacional más fuerte, estaban limitados. Necesitamos un aumento en la plantilla, crecer, pero se nos ha dicho que la crisis afecta a sectores que tienen menos recursos que nosotros, hay prioridades. Todo el mundo ha sido muy realista. Pero la expansión es indispensable.

-¿Abrirá nuevos caminos?

-La autocrítica tiene que ser ejercida en razón de nuestra función en esta sociedad, en valorar para qué estamos aquí. Y nosotros estamos para hacer música. Un arte en el que el esfuerzo por tocar cada vez mejor no tiene límite. Ese esfuerzo debe ir rodeado de una serie de oportunidades que hagan que el esfuerzo se mantenga. No creo que las grandes orquestas americanas pudieran seguir siendo tales si no tuvieran giras internacionales ni la plantilla que necesitan. El esfuerzo por mantener una empresa como ésta no sólo obliga a tocar bien, sino a mantener una institución de excelencia.

-¿La OSPA podría abrirse a patrocinios privados que ayudasen con una inyección monetaria importante?

-Sin duda. El problema es que este modelo de gestión no existe. Lo hace una institución como la Escuela Reina Sofía, en la que gran parte de su patrimonio viene del sector privado. Aquí no se ha investigado ni se ha hecho a fondo una campaña en ese sentido. Tampoco se han buscado patrocinios fuertes para proyectos específicos. Alguien que pague lo que cuesta llevar a la OSPA al Auditorio Nacional de Madrid a hacer un programa. Un desafío de esa naturaleza crea ilusión en la orquesta.

-¿Y la OSPA lo necesita?

-Yo creo que sí. Tocar todos los días aquí siempre es importante. Pero no es igual a ponerse el traje de gala para tocar en un lugar donde uno sabe que van a estar mirando su trabajo con lupa. Esta actividad no puede consistir sólo en cumplir con el programa de cada semana y punto.

-¿En qué consiste entonces?

-La música nos lleva a un lugar, a un momento histórico. Y cuando se logra conjugar todos estos elementos, la música habla de verdad. Cuando uno asume la música como la voz de quien la escribió entramos en la aventura humana de lo que significa expresar a través de sonidos. Es mucho más enriquecedor mirarlo y vivirlo desde ese punto de vista.

-¿Se siente orgulloso de esta orquesta?

-Sí. Porque cuando vuelvo a ella después de estar un tiempo fuera, y hacemos una primera lectura, veo todo lo que la orquesta ha alcanzado. Y ahí sí que tengo algo que decir. Hemos conseguido una orquesta que toca bien junta, que se escucha a sí misma. A pesar de todos los problemas puntuales que puedan ocurrir, o con mucha gente enferma, como estos últimos conciertos sin Oleg -viola principal-, Amayak -ayudante de concertino- o Irina -violín primero.

-¿La OSPA tiene límite, se le puede pedir cualquier cosa?

-Todos nos amarramos un poco al repertorio en el que nos sentimos seguros. Pero si la orquesta tiene tiempo de ensayo y un liderazgo que sabe lo que se necesita, y que lo pide bien, la orquesta responde.

-Ocurrió en «Ariodante».

-Las óperas nos han dado un crecimiento grande, porque hay un repertorio sinfónico que, por volumen de instrumentos, nosotros no podemos hacer. Tocar «Elektra» fue muy importante para la evolución musical de la orquesta. Y mi relación con la Ópera de Oviedo se mantiene. En noviembre, con «Katia Kabanová». Para más adelante no he oído nada, pero espero oír (ríe). Eso lo puede poner.

-¿Qué necesita la OSPA ahora?

-Crecer, retomar su agenda internacional y volar hacia un nivel más alto, con mejores oportunidades.

-¿Y qué quedará de Max Valdés en esta orquesta?

-La estabilidad, el crecimiento artístico y del repertorio. Comprender nuestra tradición como músicos. Y espero que esta etapa haya sido también de armonía. Porque creo que hemos llegado a comprender la música. Y eso es lo que más satisfacción me da.