México, Efe

Los legendarios piratas Sandokán y Yáñez de Gomara, inventados por Emilio Salgari, han revivido en la pluma del astur-mexicano Paco Ignacio Taibo II, quien se ha servido de ellos para hacer un homenaje festivo y apasionado al género literario de las novelas de aventuras.

«Yo siempre dije que una buena novela de aventuras se hace con enciclopedias malas y mucha imaginación. Lo importante no son las enciclopedias, sino la mucha imaginación», dijo Taibo II.

El también biógrafo de Ernesto «Che» Guevara» y de Pancho Villa, acaba de publicar la novela «Los Tigres de la Malasia» (Planeta, 2010) en la que busca ser un ajuste de cuentas con uno de sus héroes infantiles: el prolífico Salgari (1862-1911), un autor al que admira pero que considera demasiado «políticamente correcto».

Según el escritor, director de la Semana Negra de Gijón, Salgari tenía planteamientos avanzados para su época en las aventuras y, sobre todo, «tenía muy claro que la novela de aventuras gira en torno a la peripecia, la acción, no a la retórica».

Taibo II confiesa que el autor veronés, que dejó un legado de más de ochenta libros y un sinfín de relatos, «tenía unas aptitudes inmensas para ser un novelista popular», además de «una vena anticapitalista muy potente», y le considera en cierta medida un visionario.

«Es el primer hombre que tiene personajes femeninos centrales: Capitán Tormenta, Flor de Perlas, que era una rebelde filipina contra la colonia española», recuerda de Salgari, un hombre que llegó a ser ridiculizado en su tiempo y que acabó suicidándose.

El escritor admite que él mismo es una especie de autor «sandokaniano», aludiendo así al espíritu justiciero y libertario que comparte con el Tigre de Malasia, como le conocerían mundialmente millones de lectores y ahora, con la nueva novela, algunos más.

Con su libro, Taibo II ha revivido el azote de los británicos del siglo XIX en el Índico, Sandokán, un príncipe de Borneo, y a su fiel compañero, Yáñez de Gomara, un portugués, a quienes vuelve a hacer navegar en «La Mentirosa», su barco. Es una especie de pequeña utopía socialista donde todos sus tripulantes trabajan, incluso los náufragos que son rescatados. Taibo II está satisfecho con una obra que ofrece «una revisión más maliciosa del mundo» de la que en su día propuso Salgari.