Avilés, Vicente MONTES

¿Qué hubo antes del Big Bang? La pregunta, ingenua pero no trivial, obtenía de los científicos una respuesta simple y directa: nada podía existir porque el tiempo y el espacio surgieron con el nacimiento del universo, así que no se puede hablar de un «antes». Con esta argumentación paradójica, más propia de la filosofía que de la física, el modelo cosmológico estándar ha reinado desde que en 1948 el científico George Gamow enunciase su teoría de que el cosmos había nacido tras una gran explosión.

Sin embargo, quizás hubo un antes en el que existieron otros universos, e incluso podamos detectar ahora vestigios de esa existencia. Roger Penrose, considerado uno de los científicos más relevantes del último siglo, ha enunciado en los últimos años la teoría de que el Big Bang es un suceso cíclico que da lugar al nacimiento de un nuevo universo y borra el rastro del anterior. Lo más sorprendente es que ahora ha asegurado encontrar pruebas de su teoría.

El pasado 16 de noviembre la comunidad científica de cosmólogos se sobresaltó con la noticia de que Penrose había hallado una evidencia de actividad violenta anterior al Big Bang. El artículo, escrito en colaboración con el físico armenio Vahe Gurzadyan, se colgó en Arxiv.org, un servidor de internet al que los investigadores remiten sus artículos antes de que sean publicados en papel.

Penrose y Gurzadyan creen haber encontrado pruebas de actividad anterior al Big Bang. Para ello rastrearon los datos del satélite WMAP («Wilkinson Microwave Anisotropy Probe») lanzado por la NASA en junio de 2001 con objeto de realizar mediciones cosmológicas fundamentales. En concreto, el WMAP elaboró un completo mapa de la radiación de fondo de microondas, considerando el «ruido» electromagnético generado por la gran explosión inicial.

Ese mapa presenta «agujeros» en su textura, zonas en las que se detecta una fluctuación de temperatura. Los científicos han tratado de hallar una explicación para tales anisotropías, basándose en procesos cuánticos ligados a un período de rápida expansión del universo primitivo, la denominada etapa inflacionaria.

Lo que Penrose asegura haber detectado son patrones matemáticos en la distribución de esas anisotropías, lo que, asegura, podría estar vinculado a un descomunal choque de agujeros negros que se produjo en un universo anterior al nuestro. El rastro se vislumbra en una distribución concéntrica de fluctuaciones de temperatura.

Pero el concepto de universos que continuamente se crean y se destruyen que plantea Penrose supone una revolución en los planteamientos cosmológicos actuales. Hasta ahora los científicos consideraban dos opciones: o bien el universo se expandía infinitamente hasta llegar a la muerte térmica, o bien podía volver a concentrarse en el denominado Big Crunch. El cosmólogo británico funde ambas ideas. El universo se expande indefinidamente, sí, pero alcanzará un estado en el que no habrá masa, ni tiempo, ni espacio: un estado paralelo al que existía en el momento del Big Bang, dando lugar a una nueva superexplosión que generaría otro universo.

«De acuerdo con la cosmología cíclica conforme, lo que normalmente sería considerada la historia entera de nuestro Universo, que empieza con su Gran Explosión y termina con la aceleración de una expansión tipo De Sitter, sería solamente un eón en una sucesión (quizá sin fin) de eones», ha escrito Penrose. Nuestro universo, por tanto, no sería más que un eón, una etapa de un cosmos que continuamente muere y renace.

Esta nueva teoría permite erradicar también el delicado concepto de inflación cósmica, el período de expansión ultrarrápida del universo, ya que lo que ahora interpretamos con indicios de esa época no son más que restos del fin del cosmos anterior. La comunidad científica ha acogido con cautela las supuestas pruebas esgrimidas por Penrose y Gurzadyan, aunque reconoce que de constatarse supondría una auténtica revolución.

¿Estarán condenados esos universos a repetirse siguiendo el eterno retorno que enunció Nietzsche? Penrose lo duda. «Si concebimos que se pasa de una fase a otra del universo, podemos admitir que las constantes de la naturaleza pueden reajustarse, así que en cada fase puede haber diferentes posibilidades de vida, o de vidas», ha asegurado. Pero entrar en esos detalles es caer en el mismo círculo especulativo que encerraba la respuesta a qué hubo antes de que todo comenzase.