Madrid, Módem Press

La polémica sobre el Diccionario Biográfico Español (DBE) publicado hace unos días por la Real Academia de la Historia no cesa. Desde el Pleno del Congreso de los Diputados a las charlas de bar, todo el mundo se ha formado una opinión sobre el presunto «espíritu conservador» que impregna la obra.

El Diccionario se está convirtiendo en una especie de yacimiento en el que a poco que se profundice se encuentran las mejores perlas. La última tiene que ver con la entrada dedicada al director de la Real Academia: Siete son las páginas que dedica el Diccionario a Gonzalo Anes, concretamente de la 318 a la 324 de su tomo IV, mientras que, por ejemplo, a Vicente Álvarez Areces le dedica media.

El autor de la entrada, el catedrático asturiano Manuel Jesús González y González, relata que, tras ser elegido director en diciembre de 1998, Anes propuso que la Academia organizase los trabajos pertinentes para hacer el Diccionario Biográfico Español, «tan necesario para los investigadores y para quienes se interesasen por la Historia».

El texto de González continúa así: «En sesión solemne celebrada el 18 de febrero de 1999, a la que asistió el presidente del Gobierno, José María Aznar, Gonzalo Anes, como director de la Academia, volvió a plantear la necesidad de que se hiciese en España un diccionario histórico equiparable al que ya tenían las naciones más importantes de Europa».

El 21 de julio de aquel mismo año, se firmó un convenio con el Ministerio de Cultura por el que éste se comprometió a entregar a la Academia 800 millones de pesetas, distribuidos en ocho años, con el compromiso de la Academia de tenerlo terminado en diciembre de 2008. «Gracias a la dirección científica de Gonzalo Anes (...) el Diccionario se completó en el plazo previsto. Las acciones conducentes a culminar el Diccionario dirigido por Gonzalo Anes son quizá las más importantes de su biografía reciente».

Una biografía que el propio González expone en el DBE. La inicia haciendo referencia a los progenitores de Anes: «Su padre, de estirpe hidalga por sus cuatro abuelos, contrajo matrimonio en Trelles con una dama descendiente de una de las casas más antiguas y linajudas del Occidente asturiano. (...). Su madre, con notable sensibilidad natural, imprimió una huella profunda en el temperamento y en la educación básica del niño. Cursó los estudios de Bachillerato en tiempo récord».

Transcurrida su infancia, Anes se traslada en 1952 a Madrid para matricularse en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, donde sus profesores eran «muy competentes, los cuales establecían rigurosos filtros en aras de la buena formación de sus alumnos». De los profesores Castañeda y Torres «tomó el método analítico del primero y la agudeza e ingenio en su uso y aplicación a situaciones del mundo real español, característica del segundo».

Recién licenciado, Gonzalo Anes se trasladó a París para completar sus estudios en la Universidad de la Sorbona. De nuevo en España, el hoy director de la RAH se dedicó a la docencia y la investigación. Manuel Jesús González, autor de la entrada, analiza pormenorizadamente la trayectoria investigadora de Anes y sus trabajos más relevantes.

Tras evocar su llegada a la dirección de la RAH y su labor como impulsor del Diccionario, González glosa la labor de Anes en esta institución «tanto en lo relativo a aumentar su patrimonio y recursos anuales, como en la acción cultural y científica», calificando «de la más alta importancia» el descubrimiento de que Leopold Lippman, mecenas alemán que dejó su herencia a la Real Academia de Historia, tenía acciones y depósitos bancarios en el extranjero. Gracias a las averiguaciones e intervenciones de Gonzalo Anes, fueron localizados los depósitos bancarios y las acciones y transferidos a España.

El panegírico de Manuel Jesús González concluye, como en muchas otras entradas, con un repaso a las distinciones, condecoraciones y cargos del biografiado, incluida su labor en varios consejos de administración de grandes empresas, donde «encontró el profesor Anes la oportunidad de ejercitar su acrisolada capacidad asesora como economista».

El Diccionario recoge también la trayectoria vital de otros asturianos destacados.

Tachado de reaccionario por un sector, el DBE se ocupa del coronel Antonio Aranda, su labor durante la Revolución del 34 y «en el alzamiento nacional». El autor, Ángel D. Martín Rubio, le atribuye la parte capital del triunfo de la rebelión militar en Oviedo «por la previsión y la audacia de Aranda, que inclinaron definitivamente hacia la sublevación una ciudad que parecía destinada a convertirse en baluarte del Frente Popular».

La entrada de Melquíades Álvarez le define como «político dedicado con vocación y entusiasmo a la gestión de lo público y un orador distinguido». El recorrido político de Álvarez concluye con un lacónico «final triste en 1936».

La semblanza que del ministro de la CEDA José María Fernández Ladreda realiza José Girón reivindica su triple faceta de ministro, militar y político y su solicitud «ante los trágicos acontecimientos de octubre de 1934 de un castigo ejemplar para los revolucionarios». Le denomina «paladín de la electrificación» ferroviaria.

El mismo autor firma la entrada de Rafael Fernández, primer presidente del Principado. Retrata su vida política previa la Guerra Civil, su exilio en México y su «labor decisiva en la reconstrucción del socialismo asturiano durante la Transición, al tiempo que se esforzó en mantener una actitud de moderación para superar los traumas de la Guerra Civil».

El mundo empresarial asturiano también dispone de referencias. La entrada del factótum de Alsa José Cosmen Adelaida, firmada por el propio Gonzalo Anes, evoca prácticamente la historia de la saga, desde Secundino Cosmen a los actuales responsables de la empresa. Relata la creación, consolidación e integración con la británica National Express de Alsa y sus vinculaciones con la hostelería, el turismo y la construcción.

Jaime Terceiro rubrica la voz de Isidoro Álvarez, presidente del consejo de administración de El Corte Inglés. Recoge varias frases del empresario como la que destaca que las personas son «el activo más importantes de las empresas».

Manuel Jesús González escribe la entrada de José Ramón Álvarez-Rendueles, desde su papel en las instituciones públicas (participación en los Pactos de la Moncloa o su trabajo como gobernador del Banco de España) y su actividad al frente de la Fundación Príncipe de Asturias.