Premio Nacional de Cinematografía 2011 y director de «Pan negro», imparte un curso de cine en Gijón

Gijón, J. L. ARGÜELLES

Con «Pan negro» obtuvo nueve estatuillas en los «Goya» y acaba de ganar el Premio Nacional de Cinematografía de este año. Agustí Villaronga (Mallorca, 1957) es uno de los realizadores más personales del cine español. El director es uno de los invitados al IX Curso de Iniciación a la Práctica Cinematográfica, que organiza Cajastur y comienza mañana en Gijón.

-Es el gran triunfador de 2011. ¿Ha sido un camino difícil?

-Fácil no ha sido, pero tampoco conviene exagerar las cosas porque, al final, estoy haciendo algo que me gusta.

-¿Qué mensaje transmitirá a los alumnos del curso?

-Supongo que saldrán cosas sobre dirección y hablaré, también, de cómo afrontar un guión, que es algo que me interesa mucho.

-En alguna ocasión ha declarado que estuvo tentado a abandonar el cine. ¿Por qué?

-Sí, es cierto, pero son cosas que se dicen en momentos determinados. Lo dije cuando estaba rodando «El pasajero clandestino» (1995), la película sobre la novela de Simenon. Es lo normal cuando quieres mucho a una novia y ves que ella no te ama tanto.

-¿España es un país especialmente difícil para un cine de autor como el suyo?

-No, no me parece que sea así. Sí es cierto que, quizás, cuando haces un cine autoral te tienes que conformar con presupuestos más pequeños. Ya no es un problema de España. Igual que en los años del franquismo existía una censura, ahora hay otra que dice cómo hay que ver la vida. La televisión tiene mucha influencia, y a veces las decisiones las toman personas alejadas de la creación. Cada vez resulta más difícil hacer películas que sean muy personales.

-Se lo pregunto porque me parece que sería muy difícil hacer hoy en España una película como «Tras el cristal» (1987), su ópera prima.

-Exacto. Es un poco el resumen de lo que intentaba explicar. Por eso ahora hay tanto auge del cine documental, porque resulta más sencillo de financiar. Es cierto que desde que rodé «Tras el cristal» se han producido muchos cambios. Cuando la hice estaba vigente la llamada «ley Miró» y se pasó en varios festivales extranjeros. Hoy quizás no se podría realizar por una razón muy sencilla, porque la película habla de un asunto escabroso -los experimentos con niños en campos de concentración-, con lo que no habría financiación de televisión.

-¿El cine español necesita aún subvenciones públicas?

-Creo que no hay industria en España que pueda sobrevivir sin ayudas públicas. Muchas veces se habla del dinero que recibe el cine, pero si repasamos cada sector de la economía, empezando por la agricultura, vemos que todos reciben ayudas. A nuestro cine también le ocurre, pero tiene la competencia feroz del cine norteamericano.

-¿El ciclo que le dedicaron en Rotterdam, referencia para el cine de autor, ha sido junto a los premios «Goya» el espaldarazo a su carrera?

-Ese ciclo y el de Nueva York, que fue un poco antes, han sido muy importantes. Hacía ya algunos años que en Rotterdam tenían mucho interés en hacer una retrospectiva. Pero las cosas no surgen de un momento para otro, como un conejo de una chistera.

-¿De qué película se siente más satisfecho y cuál es el proyecto que más le ha dolido abandonar?

-Hay muchos que me ha dado pena abandonar; quizás «La mort de primavera», sobre una obra de Mercé Rodoreda. Es un proyecto que me resulta difícil aceptar que está muerto. No he tirado la toalla. Me siento especialmente satisfecho de «Aro Tolbukhin» y también me gusta mucho «El mar»; le tengo mucho cariño, claro, a «Pan negro».

-Le ha tentado la mezcla de géneros y también el documental. ¿Los géneros son una vía para encontrar una voz personal?

-Unas cosas van a parar a un sitio y otras a otro. Tengo fama de hacer un cine de autor, pero pocas veces he hecho lo que me ha dado la gana; me he tenido que adaptar a los trabajos que me ofrecen. Más del cincuenta por ciento de lo que he hecho es trabajo de encargo, aunque no lo parezca.

-El estilo consiste en eso, en imponer la voz aunque sea un encargo.

-Exactamente, estoy totalmente de acuerdo y es lo que he intentado: ser muy respetuoso conmigo mismo y buscar algo personal que conecte con la gente.

-Con «Pan negro» conquista a un público ya muy amplio. ¿Qué le interesó del texto de Emili Teixidor?

-De entrada, hubo más cosas que me echaban para atrás que para adelante. Pensé: otra película de la guerra y con niño. Pero hay algo poderoso en el universo literario de Emili Teixidor, y me gustaba el ambiente rural. No quería hacer algo sobre las ideologías, sino de mostrar lo terrible que es la guerra y los estragos que causa en la población civil, en la gente.

-¿Cómo va el proyecto de la miniserie para televisión en el que aborda a tres personajes tan distintos como Eva Perón, Juana Doña y Carmen Polo?

-Vaya tres, ¿no? Muy diferentes pero muy vinculadas por la política y a la sombra, aunque menos de lo que parece, de tres maridos como Perón, Eugenio Mesón y Franco. Me interesa ver la cocina de la política desde un tono ligero, no sesudo. Son dos capítulos.

-Ha sido jurado del Festival de Cine de Gijón. ¿Cómo fue la experiencia?

-Buenísima. Me gusta mucho el cine que programa el Festival de Gijón, joven y arriesgado.