Autor de «Comprender el rock», libro editado por el Conservatorio de Oviedo

Oviedo, Javier BLANCO

Ramón Finca Menéndez es profesor titular de piano y de la asignatura Músicas Modernas Populares en el Conservatorio de Música Profesional de Oviedo. La asignatura que imparte está directamente ligada al libro que publicó semanas atrás, «Comprender el rock. Análisis y evolución estilística» (Servicio de Publicaciones del Conservatorio). El autor ovetense comenzó su relación con la música a los nueve años y alternó los estudios de Música con los de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo. Tiene varios premios nacionales y ha tocado el piano en centros educativos, con orquesta y como solista, y haciendo música de cámara en España y el Reino Unido. En esta entrevista con LA NUEVA ESPAÑA desvela los conceptos del libro, que viaja entre la investigación histórica y la pedagogía.

-¿Es acaso una historia técnica de la música popular?

-A primera vista es un proyecto de investigación, y así se puede considerar, pero hay una finalidad pedagógica. En el plano conceptual, los alumnos en su adolescencia interiorizan mejor. ¿Y qué interiorizan? Conceptos de armonía, de melodía, de forma musical. El rock es una herramienta más potente para que aprendan. El segundo plano es el procedimental, una buena educación auditiva. Y el de actitud, el ver que se introducen temáticas un poco más exóticas como es el rock, para ellos es una enseñanza de calado universal potente.

-Da un buen repaso a la música popular, al gospel, al blues, al jazz, al rock...

-Trata con todo lo relacionado con el fenómeno rock. Absorbe tantas influencias que da pábulo a hablar de todo. Cuando hablas de raíces arcaicas, del ragtime, de Scott Joplin, del gospel...; el rock también engloba la música moderna, y entronca con el soul, el funk; también entronca con la clásica toda la marea de fusiones. Se habla de música de vanguardia clásica. El libro trata de todo lo relacionado con el fenómeno: de lo más lejano a lo más cercano.

-¿Y cómo concibió la idea?

-Es un manual pedagógico, pero parte un poco de cuando estudiaba en el conservatorio y también escuchaba a grupos como «Queen», y, de repente, después de estar con el piano clásico, entraba en este cambio de ambiente y me preguntaba con qué medios se producía. Por otra parte, siempre me pareció injusto que este tipo de cosas, no sólo el rock, también el flamenco y los demás géneros, no fueran parte de la escolarización, no estén en las escuelas. Un profesor dijo en una ocasión que el rock era tribal; levanté la mano y, más tarde, le llevé el «Innuendo» de «Queen», y lo puso en clase. Y nos enzarzamos en un diálogo de besugos, porque él seguía con sus tesis y yo con las mías.

-¿Con este libro culmina una de sus aspiraciones en la enseñanza?

-Esto es una culminación de mis experiencias. También de mi experiencia en Inglaterra. Allí había una asignatura de música tribal. Los británicos tienen una concepción de la música como entretenimiento y afán de superación, y yo encajo. Esa liturgia de la clásica en los latinos allí no se da tanto. No hay esa concepción litúrgica y rancia. Tiene espíritu de entretenimiento.

-¿Hizo algún tipo de selección en su recorrido de géneros y músicos?

-Traté de tomar lo más paradigmático de cada estilo; no lo más conocido, que a veces coincide. La parte más dura fueron las audiciones comentadas. Hay muchos temas que están diseccionados por mí, de oído. Coger el tema, ir al piano, volver al ordenador... Luego vas a fuentes fiables de internet para completar el estudio. Digamos que completo lagunas. El libro está bastante personalizado y es relativamente original para el ámbito nacional.

-¿Tiene reacciones de los alumnos?

-Algunos fueron a la presentación para protestar (bromea). Estoy encantado de que se aprenda divirtiéndose. Puede sonar a pedagogía progre...

-¿Por qué progre?

-Bueno; hay gente en el colectivo que piensa que es así. Estoy convencido que con la diversión y el entretenimiento se aprende mejor.

-¿Y a usted qué le apasiona del rock?

-La parte histórica es lo que más apasiona. Me gusta investigar. Hay que diferenciar. En el rock hay seis o siete figuras capitales: Elvis, porque fue el primer gran «showman» desde el punto de vista de la mercadotecnia y de la fusión de la música negra y blanca; el rockabilly fue el catalizador, el germen. En los años 60, James Brown. Me parece capital porque recogió las raíces negras puras y espoleó esa tradición hasta el funk, el sonido disco y el hip hop; luego «The Beatles», por todo lo que supuso de actualización de lo anterior y también de apertura. Y los «Rolling Stones», por la radicalización del primer rock y del blues. Otros tres capitales, a partir de «Kraftwerk», los cimientos de la música electrónica; «Primal Scream», los primeros en difundir el rock fusión con el dance; por último, «Nirvana», en cuanto a actitud y a poner las bases de postpunk, todo lo que fue en los ochenta esa especie de germinación de estilos. Como unificadores de actitud «Nirvana» fueron importantes.

-¿Y Bob Dylan?

-Importante, pero no capital a nivel estilístico.