Oviedo, M. S. M.

José Luis Martín Vigil pide perdón en su testamento a cuantos se puedan sentir acreedores suyos con razón. El texto, con las últimas voluntades del escritor y ex jesuita, lo dio a conocer ayer Pedro Miguel Lamet, jesuita y amigo del novelista fallecido el pasado año, pero cuya muerte trascendió estos días.

Lamet recibió el testamento del autor de «La vida sale al encuentro» de manos de un amigo gallego. Es un texto «sobrio y emocionante que debería conocer todo el mundo», dice. Martín Vigil «confiesa abiertamente su fe, su amor a la Compañía de Jesús, ignora su obra literaria y se despide con una enorme sencillez». El adiós del que fuera uno de los escritores más populares de los años sesenta y setenta se publicó en octubre en el boletín «Bellavista» de los antiguos alumnos de los Jesuitas de Vigo, colegio donde Martín Vigil fue educador y vivió las experiencias que relata en «La vida sale al encuentro».

En él pide perdón a cuantos se sientan «acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al prójimo, no tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces». Tras afirmar que cree y ama a Dios y a la Compañía de Jesús, dice que cuanto hay que saber de él «lo sabe Dios». Confiesa morir «cristiano» como cuando empezó y dedica unas líneas a sus restos mortales. «Sólo deseo la cremación y la consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas recordatorios y similares. Todo eso es humo. Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma...».