Gijón, J. L. ARGÜELLES

Una cíclica relación parece unir a Alexander Mackendrick, un director no siempre valorado pese al innegable talento que recorre sus películas, con Gijón. El Festival Internacional de Cine (FICX) le reservó en 1995 un ciclo con el que quiso reivindicar la obra del realizador. Y el Centro de Interpretación del Cine de Asturias (CICA) le dedica este mes una completa retrospectiva que es, también, un homenaje en el centenario del nacimiento del autor de «El quinteto de la muerte», entre otros notables filmes. Ayer, además, se presentó «Alexander Mackendrick» (Cátedra), libro de Asier Aranzubía Cob que es la única gran monografía en castellano sobre el director nacido en Boston en 1912, de orígenes escoceses, y fallecido en 1993. «Hacía falta que alguien rescatara al personaje; mi trabajo cubre un gran vacío», afirmó el también profesor de la Universidad Carlos III.

La decisión de Cátedra de publicar la investigación de Aser Aranzubía en su colección sobre grandes cineastas viene a poner remedio a lo que parece una injusticia: el silencio sobre un director que, a juicio del profesor vasco, «tiene muchas cosas detrás de su aparente sencillez». El CICA ha programado para este mes la proyección de las nueve películas que firmó Mackendrick, cinco en Inglaterra y cuatro en Hollywood. Y, además, ha añadido una serie de películas de la Ealing, productora para la que trabajó el realizador de «Whysky a go-go», y que cubrió un período decisivo y característico del cine inglés, el que va de 1938 a 1958.

Aser Aranzubía, al que acompañaron en la presentación de su libro el director del CICA, Víctor Guillot, y el crítico de cine Adrián Sánchez, remontó el inicio de su curiosidad por el cine de Mackendrick a hace dos décadas, cuando vio por casualidad, en televisión, «Viento en las velas». «Intuí que ahí había algo más y quedé atrapado», confesó. El profesor y articulista de «Cahiers du cinema» pensó, con el tiempo y tras hacer su doctorado sobre la oscura figura del cineasta español Serrano de Osma, que hacía falta un trabajo académico sobre un director del que el público recuerda, quizás, algún título suelto, pero sin establecer relaciones entre toda su obra. «Y, sin embargo, se puede asistir al estudio sistemático, por ejemplo, de la mente de los niños, del por qué nos generan tanta extrañeza», indicó.

El investigador ofrece en su libro un perfil biográfico de Mackendrick, cuya vida calificó de «fascinante». Analiza los rasgos estilísticos del realizador de «El hombre vestido de blanco», con el gran Alec Guinness, y bucea en cada una de las nueve películas de Mackendrick, de quien ha llegado a seguir sus huellas como publicista y autor de algunos trabajos de animación. «Es un director preocupado siempre por la imagen y el sonido, como si quisiera recuperar, en ocasiones, las onomatopeyas del lenguaje de los cómics», explicó.

La última de las cinco películas que Mackendrick hizo para la Ealing fue, precisamente, la memorable «El quinteto de la muerte», con Guinnes y Peter Sellers, entre otros notables actores. «Se va a buscar fortuna a Hollywood, pero tiene muchos problemas para sacar sus proyectos adelante», hizo resaltar Aser Aranzubía, que contó algunos de los encuentros y desencuentros entre el director y Burt Lancarter, que trabajaron juntos en «Chantaje en Broadway». Lo cierto es que Mackendrick optó por dejar la dirección y convertirse, a partir de 1968, en profesor de cine. «Todo indica que fue un excelente maestro», aseguró su estudioso: «Parece que fue en la enseñanza donde encontró su verdadera vocación».