Músico

Gijón, J. L. ARGÜELLES

Su voz forma parte del mapa musical y sentimental de los asturianos, como la de Cuchichi, la de Miranda o la de El Presi. Pero Chus Pedro no es sólo la mitad de «Nuberu». Hay mucho más detrás de este entreguín recio, vehemente, un punto pasional. Buena parte de esa biografía, adunada con viejas canciones y renovadas declaraciones de amor, está en «¿Cómo era aquella que decía...?». El espectáculo, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, sube el próximo jueves al teatro Jovellanos (20.30 horas) para ayudarnos a entender al artista y al ser humano.

-¿Qué encontraremos?

-Algo diferente. Mostraré mi perfil desde que nací, cantado y contado. Es algo así como «Cinco horas con Mario», pero sin féretro y sin Lola Herrera. Hay un tipo, que soy yo, además de Gabino Antuña al piano y Nacho Alonso al violonchelo, que va desgranando su vida. Nací en El Entrego, en el barrio de El Llaposu, y allí mis familiares vieron, cuando yo tenía tres años, que tenía «habilidades musicales», puesto con muchas comillas. Es el punto de partida. Y hasta ahora, que tengo cincuenta y seis años.

-La expresión «¿cómo era aquella que decía...?», título del espectáculo, es muy socorrida en Asturias, en las reuniones familiares, en los chigres...

-Mi oficio es el de cantar, el de comunicar cosas desde el escenario. Pero antes de «Camaretá», de «Nuberu», de Chus Pedro, hay un pasado personal y familiar que configuró lo que vino después, tanto musical como ideológicamente. Yo escuchaba a mi padre Gerardo, que cantaba como los ángeles copla, flamenco y asturianadas. Yo fui un poco la «rebañadura», porque cuando nací mi padre tenía cincuenta años y mi madre más de cuarenta. No contaban ya conmigo. Tenía un hermano con veinticinco años y Nenita, mi hermana, iba a cumplir veintitrés. Yo mamé de esa fuente familiar. Así que con ocho años subí a un escenario y canté a capella «Si yo tuviera una escoba», entre otras; después imité a Julio Iglesias, a Raphael, a Machín...

-¿Es lo que recupera?

-A mí me gusta mucho la primera parte del espectáculo, que es un viaje de retorno a mis orígenes, al mi pueblu, a lo que hacía cuando era un neñu. Mientras otros amigos cantaban por Bob Dylan, por Pete Seeger, yo, que no sabía inglés, cantaba en asturiano, desde «Agora non» a «Carretera abaxu va». Era atípicu respecto a mi generación. Mientras ellos tenían una sensibilidad anglosajona, pues yo más cotolla me volvía, más me pegaba a la huerta de mi güela.

-Querencia asturiana que es con la que conecta, desde mediados de los setenta, con un nuevo público.

-Sí, quizás fue fruto de la magia. Yo estoy muy influenciado por mi hermana Nenita, que era una cristiana progresista. Fue quien me inculcó los valores de la justicia social. Mi universo es ese y el del mi pueblu, aunque luego haya pasado por otros fielatos y descubierto otros mundos, incluido Gijón y el mar. Lo que canto está muy pegado a mi historia vital y hay también, claro, canciones de «Nuberu», que forma parte de mi vida.

-¿Qué espacio ocupa esa etapa en el espectáculo?

-«Nuberu» es una experiencia compartida no sólo con Manolo (Peñayos), sino también con miles de asturianos. Durante más de treinta años compartimos una banda sonora. Pero tampoco puedo prescindir del «antes» y del «después», de lo global y de lo local, y de lo que Juan Cueto ha llamado lo «glocal». No puedo olvidar de dónde vengo y cuento mi vida a través de la música.

-A partir de 2003, inició un camino en solitario y mostró cómo se puede recuperar la tradición musical asturiana. ¿También estará en el espectáculo?

-Evidentemente.

-¿Qué ha supuesto una canción tan estremecedora como «Nenita» en esa trayectoria?

-Como canción es un desgarro, una declaración de amor a un ser que quiero y querré mientras viva. Nenita fue la guía de mi vida, la persona que hizo que yo, en estos momentos, sea militante de la izquierda plural y, antes, comunista. Recuerdo aún los librinos que me traía de la editorial ZYX. Era mi hermana, madre sin parir, y fue quien me hizo creer en la justicia social y en la utopía. Me enseñó a caminar y a compartir. Necesitaba hacerle una canción y contarle por qué la quería.

-Una de sus banderas, desde «Camaretá» y posteriormente con «Nubeu», ha sido la oficialidad de la lengua asturiana. ¿Se siente defraudado al cabo de los años?

-«Nuberu», en 2007 y en Cangues d´ Onís, anunció que nos despedíamos de los escenarios después de cantar treinta años en una lengua que no existe oficialmente; que nos íbamos a descansar con Xuan Cabritu a las montañas de Egipto. No hablo de nacionalismo o de federalismo, sino de la cultura de un pueblu; un pueblu sin memoria no tiene futuro. Los políticos han renunciado durante años a nuestras señas de identidad y ellos son los responsables. Renunciaron a ello en función de la partitocracia o de un sindicalismo mal entendido. La llingua no es patrimonio de la izquierda, de la derecha o de la Iglesia, sino de la sociedad asturiana en su conjunto.