Gijón, C. J.

«Si no somos capaces de desarrollar una ética global, va a ser muy difícil afrontar algunos de los principales problemas de la humanidad». El catedrático de Electromagnetismo de la Universidad Complutense de Madrid, el asturiano Antonio Fernández-Rañada, fue ayer tajante al defender la vinculación de ciencia, ética y tecnología en la inauguración del ciclo de conferencias de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI) de 2012.

Según el ponente, un aspecto fundamental para hacer frente a algunos de los desafíos más importantes de esta centuria es la movilización de la sociedad civil. «Su iniciativa hace mucha falta», subrayó el catedrático y actual presidente de la Real Sociedad Española de Física y jurado del premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica. Aunque no se considera especialista en ética, Fernández-Rañada plantea como solución al problema del hambre mundial una combinación de los principios de la ética y la ciencia. Para desmontar las teorías de Malthus, que plasmaba a finales del siglo XVIII su siniestra convicción de que el crecimiento de la población humana lleva al hambre, las escaseces y a un medio ambiente devastado, el catedrático de la Complutense propone un equilibrio entre el mundo de la razón y el de las emociones. Por un lado, apoyándose en la ciencia, con la mejora y desarrollo de la producción de los campos y, por otro, ya desde el plano de la ética, profundizando en la consecución de una estructura social más justa. «La sociedad empezó a funcionar mucho mejor con la fe grande en la razón y la ciencia que se plasmó durante la Ilustración. Eso hizo cambiar muchas cosas», subrayó Fernández-Rañada. No obstante, reconoció que, con la crisis actual, se han agravado algunos de los grandes males de la humanidad -la pobreza, la contaminación ambiental, el problema energético-, y «la ética es imprescindible». Una disciplina, la ética, que, a juicio del conferenciante, presenta una doble filiación, «porque surge de la cabeza y del corazón». Fernández-Rañada planteaba ya estos principios en «Los muchos rostros de la ciencia», trabajo con el que se alzó como ganador del premio de ensayo «Jovellanos».

El conferenciante es partidario de introducir el mundo de la ciencia en la realidad del propio ser humano, sin olvidar la necesidad de llegar a un justo equilibrio entre ciencia y tecnología, pues sin este principio la humanidad tiende a decaer, opina Rañada. Así, problemas como el hambre, las enfermedades, el calentamiento global o la escasez generalizada de recursos naturales que está sufriendo en este momento el planeta hace necesario que humanistas, tecnólogos y científicos trabajen juntos para resolver estos problemas, concluyó el catedrático asturiano.