Oviedo, J. N.

Teodoro López-Cuesta, catedrático de Derecho y rector de la Universidad de Oviedo entre los años 70 y 80 del pasado siglo, tiene referencias muy directas de las últimas horas de Alas y las ha contado con claridad y emoción. «Don Leopoldo Alas compartió con mi padre la celda de la cárcel de Oviedo durante muchos meses, hasta el día antes de su fusilamiento. Yo tengo por mi familia un testimonio directo de lo que dijo cuando supo que iba a ser fusilado. Comentó: "Quieren matar en mí la memoria de mi padre". Cuando se supo que lo iban a ejecutar hubo un movimiento de profesores de la Universidad para intentar que le indultaran la pena máxima».

Cierto, se movilizaron, pero también es verdad que muy pronto una sombra de silencio, sin duda en un mar de culpabilidades por acción, omisión o tibieza, cayó sobre la memoria de Alas. Un ejemplo es suficiente para verlo. En el acta del claustro que la Universidad de Oviedo celebró el 12 de abril de 1937 se indica: «El señor rector expresa el sentir por el fallecimiento de los señores catedráticos Traviesas, don Manuel, y Alas, don Leopoldo, el primero víctima, se puede decir, de los sucesos desarrollados en esta capital durante el asedio y el segundo en cumplimiento de sentencia dictada por un consejo de guerra». Apenas una rápida referencia y con el más frío y distante de los estilos administrativistas.

La memoria sí quedó muy viva y extremadamente dolorosa en la familia y en los amigos de verdad. Cristina Alas, hija del rector asesinado, declaró muchos años después a LA NUEVA ESPAÑA: «El recuerdo de su trágica muerte me produce un dolor perpetuo».