Giuliano Carmignola con «I Sonatori de la Gioiosa Marca»

Leclair, concierto n.º 3 para violín, cuerda y continuo en Do mayor, Op. 7. Obertura n.º 2 para dos violines, violonchelo y continuo en Re mayor, Op. 13. Concierto n.º 4 para violín, cuerda y continuo en Fa mayor, Op. 7. Vivaldi, Concierto para violín, cuerda y continuo «Il Favorito» en Mi menor, Op. 11RV 277. Sonata n.º 12 «La Follía», Op. 1 RV 63. De Locateli, Concierto n.º 1 para violín, cuerdas y continuo en Re mayor, Op. 3.

Auditorio Príncipe Felipe, sábado 18

Es una lástima que en una ciudad de tan elevada cultura musical como Oviedo no haya trascendido como se merece el concierto que el violinista Giuliano Carmignola ofreció, junto a «I Sonatori de la Gioiosa Marca», en el Auditorio de Oviedo. La visita de Carmignola supuso un verdadero acontecimiento del que se hicieron eco medios nacionales, ya que el violinista italiano es muy selectivo en su agenda de conciertos y no es fácil escucharlo en directo. Al ciclo del Auditorio ovetense llegó el pasado sábado, en una alianza perfecta que ya se remonta a los años noventa, con «I Sonatori de la Gioiosa Marca». De este modo, el concierto barroco que los aficionados pudieron degustar en Oviedo fue único en España.

Hay que celebrar la apuesta que en la ciudad se lleva a cabo desde hace unos años alrededor de la música antigua y barroca, aunque todavía es necesario avanzar en la recepción de este repertorio, todavía un tanto atrofiada. Lleva su tiempo que las obras más populares -como «Las Cuatro Estaciones» de Vivaldi, que incluyó la propina del concierto- no enturbien la acogida de otras obras menos transitadas del catálogo o de autores menos conocidos, como fue el caso del programa del sábado, que transitó por la música de Jean-Marie Leclair, Antonio Vivaldi y Pietro Antonio Locatelli.

Si bien la segunda parte, dedicada al Barroco italiano, destacó por su interés musical-compositivo, fue la interpretación de Carmignola e «I Sonatori» la que reforzó una jornada de excepción, de redescubrimiento del repertorio barroco. Carmignola encuentra en éste la mejor vía para la expresión artística, con una capacidad natural para entender la música. Bajo un virtuosismo espectacular -demasiado, en opinión de algunos-, el violinista ofrece versiones historicistas fortalecidas por la tradición italiana que, al mismo tiempo, no renuncian a la espontaneidad en su lectura.

Carmignola ofreció así interpretaciones incombustibles de gran inventiva y riqueza de medios, con un manejo del arco ejemplar, dentro de una verdadera colección de efectos sonoros acorde con la época y el estilo de las composiciones. Junto al violinista destacó un equilibrado conjunto de dos violines -que proporcionó un exquisito contrapunto-, viola, violonchelo, violone, archilaúd y clavicémbalo -ambos muy empastados-, en el bajo continuo. Con esta formación, «Il Sonatori de la Gioiosa Marca», dejó el pabellón bien alto a lo largo del programa, aunque podrían destacarse momentos como el de la sonata «La Follia» de Vivaldi, que permitió escuchar a los intérpretes en diferente registro, en especial a Walter Vestidello (chelo) y Gianpietro Rosato (clavicémbalo).