Oviedo, Javier NEIRA

Una maravilla. El festival de zarzuela del teatro Campoamor de Oviedo arrancó ayer con dos piezas, en principio menores, pero que enlazadas con unos originales recursos y una escena verdaderamente fantástica se convirtieron en un espectáculo grande, de primer nivel y encantador por la calidad musical de Gaztambide y Barbieri, el elenco de cantantes-actores de gran nivel, unos libretos adaptados excelentes y, lo dicho, una puesta en escena maravillosa.

El XIX Festival de Teatro Lírico Español -que es la denominación oficial de la temporada de zarzuela- no pudo arrancar mejor, ya que, además, recuperó dos títulos que se ponen muy poco y en esta ocasión ha sido según una coproducción del teatro de la Zarzuela y del teatro Campoamor. La dirección musical del maestro Pérez Sierra, sobresaliente, y la dirección de escena de Ignacio García, extraordinaria.

La parte, que duró una hora y cuarto, fue para «El estreno de una artista», de Gaztambide. Teatro dentro del teatro, ópera dentro de la ópera o, si se quiere, zarzuela y ópera jugando a las parodias con un resultado espléndido.

La soprano Sonia de Munck, que llevó el peso de la obra, brilló a gran nivel, con un tenor excelente a su lado, José Manuel Montero, lo mismo que el barítono Marco Moncloa y la mezzo Marisa Martins, con un desarrollo de excelente actriz cómica además de cantante resuelta.

Un buen trío, citas a óperas clásicas -incluso a canciones como «quiéreme, quiéreme mucho»-, morcillas como «De España vengo, de España soy» y la buena actuación del Coro Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo» junto a la orquesta Oviedo Filarmonía.

Y para enlazar, Astucio, director de orquesta en la farsa de Gaztambide, se convierte en el peluquero Marcelo y arranca la segunda parte de la velada, con «Gloria y peluca», de Barbieri. Hay que verlo, sobre una música de más consistencia, el escenario se articuló en tres planos; abajo, la peluquería y sastrería de los protagonistas; en un nivel intermedio, un escenario sobre el que Sonia de Munck, convertida en Julieta -de la ópera «Romeo y Julieta», de Bellini- canta alguna de sus arias más conocidas, y atrás, en un tercer plano, el palco del Duque.

El peluquero-Quijote quiere ser compositor y ahí Moncloa hace unas parodias de la ópera italiana verdaderamente mágicas, mientras la costurera-Sancho, papel que borda Marisa Martins, para quitarle esa locura de gloria de la cabeza quema sus partituras -como le quemaron los libros a don Quijote- y todo acaba en amor, con bromas de las que no se libró ni el ex presidente Zapatero.