Tarde de presentaciones en el último concierto de la Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), que cumplió todas las expectativas alrededor del nuevo director titular de la orquesta, Rossen Milanov, con una entusiasta acogida por parte del público. Un concierto, pues, importante y que dio pistas sobre el próximo futuro de una parte de la vida musical asturiana. Bienvenido, Milanov.

Nos acercamos además a la música de Osvaldo Golijov (1960), a través de su obra «Last round» de 1996, en su versión para orquesta de cuerda. La obra de Golijov sigue así asentándose en el país, tras el homenaje que la Orquesta y Coro Nacionales de España le dedicaron hace un año en su ciclo «Carta Blanca». «Last round» preludió en Oviedo «Ainadamar», ópera que se verá en el teatro Real en julio tras estrenarse ya en Granada, y que está programada en el Campoamor para diciembre del año que viene. En «Last round», Golijov recrea el sonido y el movimiento del bandoneón -instrumento que condensa la renovación del tango de Piazzolla-, en una especie de danza rítmica y sensual. Dos de las «marcas» del compositor, como son la fusión de América latina y Europa y la reordenación de la orquesta, se reflejan en los dos movimientos contrastantes de la obra. Brillante la cuerda de la OSPA, en la «reconstrucción» de las ideas que el autor traza a través de ostinatos en la primera parte, movida por un verdadero motor rítmico.

El programa contó también con el estreno absoluto del «II Concierto para clarinete y orquesta» de Óscar Navarro (1981), una obra recientísima, fruto de un encargo del Institut Valenciano de la Música, que sigue el camino de su primer concierto de estas características escuchado, por la Joven Orquesta Nacional de España, en 2009. El joven compositor es de ideas claras y trazo firme, con una rica inventiva melódica y dominio del ritmo. Su trayectoria se orienta sobre todo hacia el mundo del cine y la televisión -tras especializarse en Los Ángeles-, y la mezcla ecléctica de estilos y combinaciones tímbricas que presenta en su último concierto parece traspasar pantallas. La OSPA sacó todo el brillo y el colorido a la obra de la mano de Milanov, en una perfecta simbiosis con su dedicatario, José Franch-Ballester, que regresó a Oviedo como solista, con una actuación de técnica maestra al servicio de la expresividad musical. Baste recordar la musicalidad y virtuosismo del clarinetista en la segunda sección de la obra, una especie de amanecer en la orquesta, de amplio lirismo.

Sin embargo, a través de una obra tan conocida y dominada por orquesta y director como la novena sinfonía de Dvorak, fue la mejor forma de observar la personalidad de Milanov en el podio. Sorprendió una versión renovada por la orquesta, plena en contrastes y moldeada con un gusto expresivo y musical que hizo posible escuchar incluso nuevos detalles, como en las trompas en el primer movimiento. Milanov se veía a gusto al frente de la OSPA mientras redibujaba la sinfonía, a través de las dinámicas y el ritmo interno de la obra, con una respuesta espectacular por parte de la OSPA, no dejando lugar a dudas del nivel de los músicos y la flexibilidad de la orquesta.