Oviedo / Oxford, J. N.

El científico ateo Richard Dawkins trató el pasado jueves de desmontar la creencia en Dios del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, a partir de los argumentos del naturalista Charles Darwin en un debate público en la Universidad de Oxford. El filósofo asturiano Gustavo Bueno, preguntado por LA NUEVA ESPAÑA sobre el resultado del debate, afirmó: «Ni el arzobispo sabe qué es el ADN ni el biólogo qué es el acto puro; Inglaterra está peor que España».

El duelo intelectual entre el líder de la Iglesia anglicana y uno de los ateos militantes más influyentes del Reino Unido despertó tal expectación en Oxford que se llenaron dos teatros adicionales para seguir la disputa a través de pantallas.

Ambos pensadores aparecieron sobre un escenario, separados por el moderador del encuentro, el filósofo y agnóstico declarado Anthony Kenny, que abrió el debate pidiendo al público que mantuviera la compostura y se abstuviera de aplaudir los razonamientos de uno y otro contendiente hasta el final del acto, de una hora y media.

«No sé si hay Dios o no, estoy abierto a que me convenzan y tengo a mi lado a dos personas que creen tener la respuesta», señaló para abrir el fuego Kenny, albacea literario de uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, el alemán Ludwig Wittgenstein.

Dawkins, que se formó como zoólogo en Oxford y es autor de libros de divulgación científica como «El espejismo de Dios» y «La magia de la realidad», desplegó una encendida defensa del darwinismo para apoyar su tesis de que el ser humano es un producto exclusivo de la evolución biológica, sin intervención divina.

«Es maravilloso saber que las leyes de la física, a través de la selección natural, han producido estas enormes colecciones de átomos que somos los seres vivos, tan complejas que es fácil que se produzca la ilusión de que hay algún diseño detrás de ellas», sostuvo el científico.

No era la primera vez que el arzobispo se enfrentaba a los argumentos de la ciencia: hace dos años, Dawkins y Williams ya se midieron en televisión, en un debate alrededor de una cuestión que no deja de fascinar a los británicos.

La publicación en 1859 de la teoría de Darwin sobre el origen de las especies desató en la sociedad victoriana de la época un escándalo cuyos ecos llegan hasta el día de hoy.

Entonces, la Iglesia anglicana se revolvió irritada contra la «peligrosa idea» de que el hombre desciende de una «forma inferior», y el enfado oficial duró al menos hasta 2008, cuando las autoridades eclesiásticas expresaron su arrepentimiento por una reacción «excesivamente emocional» frente al darwinismo.

En el tono conciliador que gobernó el debate del jueves en Oxford, el líder espiritual de la Iglesia de Inglaterra defendió que la selección natural puede resultar útil para explicar ciertos aspectos de la vida animal, pero subrayó que falla al intentar dar cuenta de aquello que define al ser humano.

«Darwin no tiene mucho que decir para solucionar el problema de la conciencia y no veo demasiado avance en las explicaciones científicas sobre ese tema. Quizás es algo que no depende solamente de las leyes de la física», arguyó el arzobispo.

«Si no podemos entenderlo, será que tiene que ver con Dios», ironizó en respuesta Dawkins, quien subrayó que un ordenador debidamente programado podría actuar igual a un hombre consciente, sin necesidad de que un ser superior interviniera en el diseño del software.

El clérigo replicó que una máquina no es más que una «herramienta» que nunca podrá «hacerse preguntas sobre sí misma, explicar bromas, fantasear» ni, por supuesto, «conectarse con esa energía creativa que llamamos Dios».

El filósofo asturiano Gustavo Bueno comentó ayer que «ese debate es propio de gente que está todavía en los rudimentos del asunto. Lo que dice Dawkins es un rollo total. Ninguno de los dos sabe seguir la argumentación del otro. Es todo propaganda de dos personalidades, sobre todo de Dawkins, del que, por cierto, ya nadie se acuerda lo que dijo en su libro "El gen egoísta", más metafísico que todo lo que pueda afirmar el arzobispo de Canterbury. Y es que atribuirle egoísmo a un gen como si fuese un padre de familia defendiendo a los suyos es el colmo».

Para Bueno, «la cuestión es filosófica y gnoseológica. No es científica ni teológica. Además, los argumentos del arzobispo son ya de teología natural no dogmática como eran en el XIX y eso es lo que no entiende Dawkins. El arzobispo no cita lo que dice la Biblia como hacían los clérigos en tiempos de Darwin. Es un debate para un público ignaro aunque teóricamente culto porque le suenan algunos nombres pero sin criterio».

«Ni el arzobispo sabe qué es el ADN ni el biólogo qué es el acto puro; Inglaterra está aún peor que España» Gustavo Bueno

Filósofo