Uno de los grandes aciertos de Paul Greengrass al adaptar el «Bourne» de Robert Lundlum fue acercarlo, con pasión notable, a ese suyo cine sucio, de cámara (casi) en mano y mucho corte («Bloody sunday» o, posteriormente, «United 93»). Atesoraba Greengrass, al menos en lo formal, una perspectiva honesta sobre el subgénero: me gusta, lo quiero y me lo traigo a mi casa. El texto de «Indomable» de Lem Dobbs, guionista también de Soderbergh en ese thriller paradójico titulado «Kafka», sigue los cánones del cine de espías: una conspiración coloca a la agente Mallory Kane (Gina Carano) en el punto de mira de una corporación privada al servicio de la CIA.

Quizá lo peor del celuloide de Soderbergh sea que se le note tantísimo su mala actitud, casi en el polo opuesto a la de Greengrass. Para él, o de esta manera lo transmite, este filme es un encargo, muy distante de las películas que quiere (¿dejar de?, según los rumores) hacer. Aun así, a pesar de estar rodeada de un reparto de estrellas (Fassbender, Banderas, McGregor, Douglas...), la luchadora Gina Carano destaca en su papel pétreo de asesina traicionada: ella, desde esa estupenda primera escena, probablemente sea lo único que mantenga el interés del metraje.

El guirigay de culpables e inocentes, enmascarado bajo una capa de acción atonal, no adopta ninguna de las cualidades de sus compañeras de generación (uno, incluso, añora «Enemigo público», de Tony Scott) porque el conjunto parece desganado, poco cuidado, automático. Con esa pátina, todo se difumina y algunos de los hallazgos del filme (esa reconstrucción de los hechos en «flashback» a un adolescente o el epílogo de venganzas) se desmejoran por culpa de andar pensando en proyectos más personales, desafiantes, pequeños.