Valencia, Rafel MONTANER

Los equinoccios son los dos días del año en los que el día y la noche duran lo mismo al discurrir sobre el Ecuador la eclíptica o el camino diario que dibuja el Sol en la bóveda celeste. Marcan el inicio de la primavera y del otoño. El que este martes, cuando a las 6 horas y 14 minutos el Sol comience a despuntar exactamente por el Este geográfico empiece la primavera, no deja de ser un hito para remarcar en el calendario. Sin embargo, hace 2.500 años, los equinoccios eran el referente que tenían los íberos que poblaban las tierras valencianas para guiarse en el cambio de estaciones.

César Esteban, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y uno de los principales especialistas españoles en arqueoastronomía -el estudio de la cosmovisión de las culturas del pasado-, analiza desde hace años las relaciones astronómicas de los templos prerromanos de la Península y el norte de África. En la Comunidad Valenciana ha identificado «una clara orientación equinoccial» en muchos santuarios religiosos y funerarios íberos del siglo IV al II antes de Cristo. Entre ellos destacan los templos del Tossal de Sant Miquel de Llíria (Valencia), la Serreta d'Alcoí (Alcoy, Alicante), l'Alcúdia d'Elx (Elche, Alicante) o el santuario de l'Alt de la Carraposa (Rotglà y Llanera de Ranes, Valencia), así como la necrópolis de Cabezo Lucero (Guardamar del Segura, Alicanate).

La disposición Este-Oeste de estos vestigios coincide con la perfecta alineación del Sol durante los equinoccios, únicos dos días del año en los que el astro rey sale y se pone por ambos puntos cardinales. Para lograr esta orientación utilizaban algún accidente geográfico en el horizonte como referencia al ser el punto por el que se produce el orto o salida del Sol esos dos días. Así, el marcador equinoccial de la Carraposa es el pico del Montdúver y, en el Tossal de Llíria el Cabeç Bord de la Serra Calderona.

Las orientaciones descubiertas por Esteban más que con el equinoccio en sí, que según el investigador «es un concepto abstracto de poco valor para una sociedad cuyo objetivo era establecer un calendario agrario o ritual que dividiera el año solar en cuatro partes o estaciones», se dirigen «a hallar el punto intermedio o "día mitad" entre ambos solsticios» que tiene lugar un día antes del equinoccio de otoño y un día después del de primavera. Los solsticios marcan el extremo más al Sur (invierno) y más al Norte (verano) por el que sale el Sol y, por tanto, los días más cortos y largos del año en cuanto a horas de luz.

El arqueólogo que ha dirigido las excavaciones en la Carraposa, José Pérez Ballester, profesor de la Universidad Valenciana, ha identificado en este yacimiento una gran concentración de restos de cerámicas ibéricas usadas en ofrendas alimentarias y ritos de libación, así como fragmentos de terracotas -estatuillas de équidos y bóvidos- ofrecidas como exvotos. Lo «interesante», continúa, es que el Montdúver está flanqueado de forma simétrica por dos picos en los que se produce el orto cuatro días antes del equinoccio, «lo que servía para preparar los ritos».

Esteban añade que todos estos santuarios con orientaciones equinocciales están relacionados «con diosas que simbolizan la fertilidad de la Naturaleza, una constante en las culturas mediterráneas desde el Neolítico y que se manifiesta en las disposiciones hacia el Este de los dólmenes del sur y suroeste de la Península y en las tumbas de túmulos de piedra del Sahara de 2.000 años antes de Cristo, y que se realimentan en la cultura ibérica a través de la influencia púnica».

El investigador del IAC concluye: «La simbología del ciclo de muerte y resurrección tiene una clara inspiración en el movimiento solar sobre la esfera celeste», claramente ligado al ciclo vegetativo y reproductivo de las plantas y animales. En nuestro hemisferio, durante la primavera y el verano, el Sol sale y se pone sobre la mitad norte del horizonte culminando a mayor altura, por lo que hay más horas de sol. Pero en otoño y invierno realiza su orto y ocaso en la mitad sur del horizonte, alcanzando una mínima altura al mediodía, y por tanto la noche se impone al día. «Simbólicamente los equinoccios representan los momentos de muerte y caída al inframundo del dios paredro solar (otoño) y su posterior renacer o vuelta a la Tierra (primavera)» para fecundar a la Diosa Madre.