Oviedo, M. S. M.

«Pelayo fue un jefe visigodo y no un caudillo astur». Las hazañas de Pelayo en Covadonga y las incursiones bereberes en el noroeste peninsular serán algunos de los episodios de la conquista árabe que hoy repasará Felipe Maíllo, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Salamanca, en el Museo Arqueológico de Asturias. La charla será a las siete y media de la tarde, en el salón de actos del museo.

Maíllo no se cuestiona la importancia del artífice de la batalla de Covadonga y asegura que su presencia es notoria en todas las crónicas árabes que indican cuándo se rebeló y dónde se refugió. «Alguna hasta recoge el comentario despreciativo de uno de aquellos guerreros que lo persiguieron: "¿Qué pueden hacernos unos cuantos asnos salvajes?"».

Autor del libro «Acerca de la conquista árabe de Hispania (imprecisiones, equívocos y patrañas», Felipe Maíllo cuestiona en el volumen muchas de las tesis de los medievalistas sobre la conquista árabe. A su juicio, «la conquista fue cuestión de bereberes, muchos de los cuales no serían ni musulmanes». Sostiene que fueron los que conquistaron gran parte de la Península, «los que ayudaron a mantener el Islam cuando ya estaba en vías de desaparecer en el siglo XI, con Alfonso VI de Castilla y León, el Cid..., pues la venida de los almorávides (bereberes), después almohades (bereberes) y luego benimerines (bereberes) retrasó la Reconquista» y asegura que cuando Éstos perdieron el interés por defender Al Ándalus, éste se hundió.

Matiza el profesor: «Musulmán puede ser cualquiera que acepte esa religión, y bereber supone pertenecer a ese grupo étnico norteafricano; o sea, ser moro de raza; mientras que ser árabe implica ser de Arabia o venir de ese pueblo semita, hoy día extendido por los países del Medio Oriente».

En lo que se refiere a Asturias, Maíllo comenta que la difícil orografía fue una ventaja durante la invasión, «pero a la larga resultó ser un inconveniente mayor: por ejemplo, para los grandes litigios judiciales había que acudir a dirimirlos en la chancillería de Valladolid».