Gijón, Luján PALACIOS

Los fantasmas no tienen por qué ser malos o dar miedo. Más bien «son como fue la persona en vida». Con esta reflexión de partida, el autor gijonés Juan José Plans ha escrito la obra «El fantasma del Teatro Jovellanos», una pieza evocadora protagonizada por el espíritu de un director de orquesta llamado Amadeo, sólo visible para algunos aunque muy real y con plena actividad durante la trama.

Se trata de una pieza en la que el Jovellanos se torna pieza central de una historia que denuncia cuestiones como el plagio, el robo de la autoría intelectual, y en la que aparece también el personaje de un periodista, Efrén, con una actitud profesional cuestionable. Y, por encima de ello, la historia de amor de dos músicos, Amadeo y Alina, con un juego de presencias, apariciones veladas y visiones sólo accesibles para alguno de los personajes.

Plans está convencido de que «vivimos rodeados de fantasmas», si bien tradicionalmente se ha considerado esta figura como negativa. Por eso «reivindico la figura positiva de un fantasma que en este caso tiene un perfil romántico y nada terrorífico», aseguraba ayer el autor en el acto de la presentación oficial del texto, que acaba de aparecer publicado en el número 36 de la revista asturiana de teatro «La Ratonera».