Oviedo, Eduardo GARCÍA

Ignorando las respuestas inmunológicas no avanzaremos en la lucha contra el cáncer. Ésa podría ser una de las conclusiones de la conferencia del bioquímico Guido Kroemer, un «maestro de la biomedicina» y el científico más citado de Europa en su área de investigación, tal y como lo definió su colega de la Universidad de Oviedo Carlos López Otín.

Kroemer reunió a centenares de personas ayer en la capital asturiana, convocadas por la Fundación Alimerka. Habló de vacunas, de antibióticos, de quimioterapias y, por supuesto, de cánceres, y recordó que «podemos predecir a través del análisis inmunológico la respuesta de los pacientes a nivel clínico» frente a la enfermedad.

De la quimioterapia sabemos mucho. Sabemos -explicó- que hay tumores vulnerables a ella y otros, sin embargo, resistentes. Y un tercer escenario: éxitos iniciales con el tratamiento y recaídas posteriores. Sabemos que la intensificación del tratamiento puede tener «efectos desastrosos», y que las terapias combinadas apuntan mayores éxitos. Otra verdad comprobada y comprobable: en la mayoría de los casos la quimioterapia después de la cirugía da mejores resultados que la de antes de pasar por el quirófano.

«Siempre se pensó que el dilema era encontrar el agente terapéutico idóneo para matar las células cancerosas. Pero la cosa no es tan fácil, hay que contar con el sistema inmunológico, porque la importancia de la respuesta inmune es grandísima», explicó el investigador del Instituto Gustave Roussy, de Francia, y presidente de la Organización Europea de Muerte Celular.

Precisamente la muerte celular, esa capacidad asombrosa de nuestras células para «suicidarse» cuando perciben la cercanía de su degradación, fue uno de los argumentos de la charla. La muerte celular nos llega de fábrica, programada, pero requiere ayuda. Kroemer puso un ejemplo, los glucósidos cardiacos, medicamentos que sirven para estimular el ritmo cardiaco y controlar las arritmias, se han mostrado especialmente eficaces para estimular la muerte celular «y mejorar la esperanza de vida de los pacientes con cáncer».

En esta lucha contra la enfermedad «sólo conocemos la punta del iceberg», añadió, pero se avanza.

El catedrático de Bioquímica Carlos López Otín hizo hincapié en que Kroemer, que tiene la nacionalidad española junto a la austriaca, «ha hecho contribuciones que cambiaron el rumbo de la ciencia». La más importante, a su juicio, «demostrar que la muerte celular, un proceso tan sutil e importante, está modulada no por el núcleo de las células, sino por las mitocondrias».

Entre el laboratorio de López Otín en el IUOPA y el de Guido Kroemer, en Francia, hay un nexo de unión, el asturiano Guillermo Mariño, que lleva casi tres años de estancia en el Gustave Roussy. Al final de la charla hubo un coloquio moderado por la oncóloga del HUCA Yolanda Fernández.