Ciudad del Vaticano / Oviedo

El Papa Francisco realizó en la mañana de ayer un detallado recorrido por la geografía del horror bélico mundial durante la celebración de la Pascua, la festividad católica más importante del año. Denunció la codicia, el egoísmo, la violencia, el tráfico de drogas, la trata de seres humanos y la sobreexplotación de los recursos naturales.

Un recorrido con exigencias de paz en una ceremonia religiosa simplificada y en la que impartió su primera bendición urbi et orbi -para la urbe y para el orbe- desde el balcón central de la basílica de San Pedro del Vaticano. Sólo se imparte en las dos Pascuas.

Más de 250.000 personas llenaron la plaza de San Pedro. La decoración floral estuvo compuesta por 40.000 flores y plantas provenientes de Holanda, por lo que se trata de la vigésima octava vez consecutiva que en el Domingo de Pascua se adorna con flores holandesas.

Durante su mensaje pascual, después de celebrar la misa, Francisco pidió «paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas, la trata de personas y la explotación inicua de los recursos naturales».

El Pontífice pidió a Jesús resucitado transformar «la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es la paz para el mundo entero».

La proclamación del Evangelio se llevó a cabo sólo en latín, y no en griego también, como habitualmente se hace en las solemnidades, por el deseo del Papa de simplificar la ceremonia. Francisco ofició sin concelebrantes. Lo asistieron los cardenales diáconos Angelo Comastri y Raffaele Farina. Además, el Pontífice no pronunció la homilía, porque después de la misa dio el mensaje pascual.

El Papa Francisco pidió por la paz en Oriente Próximo «en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con objeto de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo». También solicitó la paz para que en «Irak cese definitivamente toda violencia y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo». Rezó por la paz en África, que es «escenario aún de conflictos sangrientos»; por Malí, «para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad»; por Nigeria, «donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, son rehenes de grupos terroristas», por el este de la República del Congo y la República Centroafricana, «donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares». También solicitó paz «en la península Coreana, para que se superen las divergencias y madure el espíritu de reconciliación».

El Santo Padre remarcó que «Jesús ha resucitado, hay esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia». Explicó que la resurrección significa que «el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en el corazón». Destacó que «Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con la Humanidad».