Oviedo, M. J. IGLESIAS

Ni rastro de pancartas ni consignas de protesta. La profesora de la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo Mercedes Fernández y siete de sus alumnos hicieron ayer huelga a la japonesa, con una clase de Semántica y Pragmática impartida en el mismo vestíbulo del edificio departamental de Humanidades, en el campus del Milán.

Fue la oposición más académicamente correcta a la reforma educativa del ministro Wert (LOMCE) y a los recortes universitarios que les afectan en la actividad diaria. Si Fernández renunció a cobrar el día, los estudiantes no pusieron pegas a tomar apuntes sentados en la escalera. «Lo que pretendo es hacer visible mi protesta, sobre todo, lo que está ocurriendo en la enseñanza universitaria». A modo de ejemplo muestra el libro titulado «Estudios pragmáticos discursivos sobre el eufemismo», editado en Fráncfort (Alemania) en 2012, con un precio de 48 euros, que ella misma se pagó de su bolsillo para preparar las lecciones de ayer. «En Humanidades también tenemos que estar al día, y me pregunto cómo vamos a hacerlo si no hay presupuesto ni para libros». Lo dice convencida de que la Universidad vive el momento más duro que ella ha conocido en 42 años de docencia. Tampoco fue casual que entre las cuestiones explicadas figuraran conceptos como el de confianza en los mercados o el empleo de «externalización» para referirse a la privatización de los servicios.

«El modelo de Universidad pública corre peligro en España. Una Facultad se caracteriza por ser un centro de docencia e investigación, si falla uno de los pilares, todo lo demás se desploma», señala. También teme que los recortes restrinjan el acceso a la Universidad a quien tenga menos recursos económicos. «Si suben las tasas, las becas se reducen y los alumnos que las piden reciben tarde el dinero; el panorama está claro», indica.

A su lado, José Manuel Suárez, Yolanda Fernández, Eva Crespo, Román Alonso, Esther García y Anaís Gutiérrez asienten y escuchan. No ocultan su inquietud por el futuro y apoyan totalmente la iniciativa de la profesora. «Es una forma de dar visibilidad al trabajo», comenta Anaís Gutiérrez. «La huelga queda patente de una manera distinta», corrobora su compañera Esther García. Fernández, que secunda el Movimiento Universitario Crítico, formado por personal y alumnos de la Universidad, destaca el hecho de que al paro de ayer estaban convocados todos los estamentos: profesores, padres y alumnos.