Oviedo, Eduardo GARCÍA

Los grandes científicos aúnan imaginación, esfuerzo y talento, pero por más imaginación que pone el profesor de Biología Molecular y premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Ginés Morata (Almería, 1945) confiesa que no sabría ni aproximarse al aspecto del ser humano dentro de mil años, si llegamos allá. «Es inimaginable, pero quizá nuestros descendientes ni siquiera se parezcan a nosotros».

Morata participó ayer en una charla con los alumnos del IES Pérez de Ayala, en Oviedo. La biblioteca, hasta los topes. Y el profesor de la Autónoma de Madrid y del Centro de Biología Molecular trató de explicar que el reloj del conocimiento se ha disparado exponencialmente en los últimos años. La especie humana tiene 100.000, la cultura humana tiene 10.000, el desarrollo tecnológico apenas 200, y la tecnología genética, tres décadas.

Hoy sabemos, explicó Ginés Morata a un auditorio expectante, que «nuestra identidad genética con gusanos o moscas es altísima». Viene bien para no creernos los reyes de la fiesta biológica, pero también porque el animal más simple puede convertirse en el mejor aliado contra las enfermedades.

«Los genes responsables de esas enfermedades son los mismos en las moscas que en los humanos», explicó. En el año 2050 habrá en el mundo, si la ciencia no lo remedia, unos 120 millones de enfermos de alzhéimer, casi tres veces la actual población de España. «Sabemos cuál es su base molecular y podemos crear moscas con alzhéimer. De hecho, ya existe una droga capaz de mitigar el efecto de esta enfermedad en las moscas», pero ese fármaco «es tremendamente tóxico en los humanos».

Cuando la revista «Newsweek», recordó Ginés Morata a los alumnos del IES Pérez de Ayala, llevó a su portada la noticia del proyecto «Genoma» mencionaba una frase: «Jugar a ser dioses». Romper las leyes no escritas que nos vuelven vulnerables y finitos. Un sueño para la Humanidad. Una de las diapositivas del «Powerpoint» del científico «Príncipe de Asturias» era un cuadro del pintor y grabador alemán Lucas Cranach, «La fuente de la juventud», que fue pintado en 1546 y resume ese reto por conservar vida y vigor.

«El comer poco aumenta la longevidad de los mamíferos, de la misma manera que eliminando las células sexuales en gusanos también conseguimos que vivan más». Está por ver que nos merezca la pena.

Señala Morata que «el envejecimiento no es un hecho biológico inevitable, entre otras cosas, porque la línea germinal es inmortal». El gusano nemátodo tiene mil células y con ellas va tirando, vive, crece y se reproduce. Los seres humanos somos mucho más complejos, pero Morata se refirió a la noticia de hace unos días que daba cuenta de la clonación de células humanas para fines terapéuticos: «Es la primera vez que con células adultas se pueden lograr multitud de células embrionarias». Y parece que fue ayer cuando se anunció el proyecto del «Genoma humano», en 2001. Hoy el hombre ya ha sido capaz de crear vida en el laboratorio. El ADN de una bacteria y de una persona son químicamente iguales. Tenemos modelos en quienes mirarnos.