Oviedo, M. S. MARQUÉS

Hachas de mano de piedra tallada (bifaces), raederas, picos y muescas, entre otros muchos materiales arcaicos, forman parte de los cientos de herramientas líticas localizadas recientemente en el Cabo Busto (Valdés), un tesoro arqueológico que lo confirma como el poblamiento humano más antiguo de toda la cornisa cantábrica.

El hallazgo, producido durante las obras de ampliación de una charca de asentamiento de aves migratorias, demuestra que la plataforma del Cabo Busto fue hace cerca de medio millón de años un terreno propicio para la vida y la caza de aquella primera avanzadilla humana que precedió a los neandertales, el «Homo heidelbergensis», un homínido del que hace algunos años se encontraron cientos de restos óseos en la llamada Sima de los Huesos de Atapuerca.

En Valdés no hay restos humanos, pero la extraordinaria cantidad de herramientas talladas en cuarcita -más de 400 realizadas con tecnología Achelense- habla del establecimiento en la zona de un grupo humano amplio, como amplia es la tipología de los útiles que el heidelbergensis dejó en el Cabo Busto. Son las herramientas que utilizaban para cazar, matar y desmembrar a los animales que frecuentaban la laguna, según comenta la arqueóloga María Noval, responsable del seguimiento arqueológico que permitió reunir un material esencial para conocer la que se confirma como la primera ocupación humana del norte peninsular.

El yacimiento ahora descubierto se localiza a unos 200 metros del excavado en los años 90 del pasado siglo por el profesor de Prehistoria y actual director de Patrimonio del Gobierno regional, Adolfo Rodríguez Asensio. Los resultados de aquel trabajo de campo ya abrían la puerta a la posibilidad que ahora se corrobora, la indudable existencia de un poblamiento muy antiguo en la rasa litoral de Valdés, convertida en uno de los pasos más importantes del Paleolítico.

En aquella primera investigación se encontraron en los niveles superiores de la excavación herramientas pertenecientes a neandertales que se establecieron en la zona hace 100.000 años; pero no solo eso, lo que realmente impactó entonces fue localizar al borde del acantilado, en un nivel estratigráfico inferior, tres piezas que por datación sedimentológica se atribuyeron a un espacio temporal situado entre hace 500.000 y 300.000 años, el momento en el que vivió el «Homo heidelbergensis».

Aquel primer yacimiento del Cabo Busto fue considerado un hallazgo de gran interés. Nada tan antiguo de la presencia humana se había encontrado antes en todo el norte de España. Salían, así, a la luz los primeros indicios de la presencia de un grupo humano anterior a los neandertales, un clan que se movía en un territorio de caza en la plataforma litoral occidental.

Como en aquellas conclusiones, que Adolfo Rodríguez Asensio expone en el libro «Yacimiento de Cabo Busto. Los orígenes prehistóricos de Asturias», publicado en 2001, el yacimiento localizado ahora de forma fortuita también presenta dos niveles de ocupación: uno, más próximo a la superficie, con materiales utilizados por grupos neandertales, y medio metro por debajo (después de varias capas de estratos estériles), un nivel con varios centenares de instrumentos de piedra tallada utilizados por el «Homo heidelbergensis» hace más de 300.000 años.

Rodríguez Asensio destaca la importancia del hallazgo por su contribución al conocimiento de las primeras ocupaciones humanas en la región y porque confirma de manera contundente las tesis de los trabajos desarrollados por su equipo en el Cabo Busto, en los años 90, cuando ya hablaban de un asentamiento al borde de una charca. «Estamos ante la colección de Achelense antiguo más importante del norte peninsular», subraya, para asegurar la presencia de dos niveles claros de ocupación, lo que demuestra que no hubo continuidad en el poblamiento: primero se establecieron en la zona grupos muy arcaicos y tras más de 200.000 años de abandono del lugar se produjo la llegada de los humanos de la especie neandertal, antepasados de los que muchos miles de años después vivieron en los alrededores de la cueva de El Sidrón.

Tanto los instrumentos líticos dejados por los primeros habitantes como por los que se asentaron después son de tipología Achelense, aunque en unos y en otros se utilizó cuarcita diferente, otro elemento diferenciador de ambas fases.

El Achelense es un modo tecnológico inventado en África hace 1,6 millones de años. Llegó a Europa desde el Oriente Próximo hace 600.000, donde continuó evolucionando hasta dar paso a la industria Musteriense, propia de los neandertales. La pieza más representativa de esta industria es el hacha de mano tallada en piedra (bifaz), tiene forma de lágrima y una punta aguda en el extremo más estrecho. En Atapuerca se hizo famoso uno de los bifaces contemporáneos de los de Cabo Busto al que el equipo de Juan Luis Arsuaga denominó «Excalibur», por considerarlo una pieza enigmática realizada en cuarcita de tonos rojizos.

María Noval, que también participó en las excavaciones de los 90, dirigidas por Asensio, se encargó en este caso del seguimiento arqueológico de las obras de la laguna y de los sondeos en la zona. Destaca la abundancia y el tamaño de los útiles rescatados. Los trabajos de campo se realizaron durante los primeros meses de este año.

El paisaje en el Cabo Busto hace 500.000 años era muy diferente de lo que conocemos hoy. Debió de ser una zona de lagunas a la que se acercaban los animales a beber, comenta Noval, convirtiéndolo en un espacio con características excelentes para el asentamiento humano. Para Asensio, estas cualidades confirman el valor de la rasa litoral como uno de los sitios de paso humano más importantes del Paleolítico.