Bruce Springsteen ofreció el sábado la última sesión antes de llegar el miércoles a Gijón. Lo hizo en el festival celebrado en el Goffert Park de Nimega (Holanda). Un concierto, según las notas de seguimiento de la gira de su web, que daba sensación de ser «una especie de Woodstock» en un acontecimiento rockero en el que actuaron, entre otros, «Black Crowes», viejos conocidos de Gijón, ya que fueron los teloneros de «The Rolling Stones» en el año 1995, también en el Molinón, el estadio al que llegará pasado mañana Bruce Springsteen para ofrecer su siguiente concierto de la gira «Wrecking ball 2013». Ayer llegó a San Sebastián, donde descansará junto a su mujer Patti Scialfa hasta su cita gijonesa.

The Boss volvió tirar de su nervio habitual en el escenario, una circunstancia en la que es un maestro. Springsteen es todo energía, entrega al público y pasión, y dio un concierto largo, por encima de las tres horas, en el que sonaron piezas como «The ghost of Tom Joad» en acústico o una de las habituales en la gira como es «Land of hope and dreams». También, cuenta el equipo de Bruce en su diario de gira, mantuvo ese espíritu de complicidad con el público en cuanto a las peticiones y tocó curiosas adaptaciones de «Sherry darling» y «Growin' up», piezas que ya de por sí despiertan emociones varias, y una versión «monumental» de «The river», que conmovió a las 60.000 personas concentradas en la sesión para ver al hombre que manda en la escena rock desde hace décadas.

Como es habitual en este nuevo viaje de «Wrecking ball 2013», Springsteen dio protagonismo especial a un álbum, en este caso, «Darkness on the edge of town», disco que, por otra parte, ha tenido gran presencia en este tour.

Cómo no, el cantante estadounidense da tanto protagonismo al resto de la banda como a sí mismo, así que hubo momentos en los que el guitarrista Nils Lofgren se dejó llevar con un solo de esos que encandilan a la gente y que, en algún gesto, evocaba al mismísimo Jimi Hendrix.

En fin, que Bruce Springsteen va completando etapas de su gira, arrollando allá por donde va, dando placer a sus fieles, que son muchos, de su generación y alrededores, y a otros muchos que se han ido enganchando pertenecientes a generaciones de este tiempo pero amantes del rock en su estado clásico. Una cosa es cierta, The Boss nunca defrauda en directo y siempre está en el escenario el tiempo suficiente como para dejar satisfecho a su público. Y con esas premisas llega a Gijón por tercera vez en las tres últimas décadas.