En un primer grupo de estancias de la domus se conserva un enlucido vasto, carente de decoración pictórica; en un segundo tipo de habitaciones se localiza la primera capa de mortero todavía adherida a la pared; en el tercer grupo aparece la pintura «in situ», con muros de, al menos, un metro de potencia, y coincidiendo con las habitaciones de enlucido sencillo se encuentran los restos de mortero procedentes del derrumbe de las habitaciones de la planta superior, que constituye el cuarto y último grupo.

En opinión de Gago, la factura técnica de la obra es «intachable», sigue las líneas descritas por los tratadistas de la antigüedad. La técnica empleada es el fresco. «En la domus encontramos una variada muestra de pintura romana del III y IV, estilo pompeyano. En líneas generales, los esquemas responden al prototipo predilecto en la pintura provincial durante todo el siglo I d. C.».

«La nobleza de los materiales, la presencia de un destacado taller de origen itálico, dotado de pictor imaginarius, el derroche de pigmentos valiosos como el rojo cinabrio o el azul egipcio y el marcado regusto clásico de la decoración del triclinio nos dan muchas pistas acerca del propietario de una vivienda realizada a capricho y marcada por una más que evidente nostalgia itálica», recoge Gago en su primer informe.

Durante algún tiempo, el castro del Chao Samartín fue considerado como ejemplo de la fundación tardía de los poblados fortificados asturianos, pero a medida que la investigación progresaba se fue conociendo que su historia se remontaba mucho más atrás.

El yacimiento, relata Ángel Villa, proporcionó espectaculares descubrimientos de fases muy antiguas, con origen en el Bronce Final y con monumentales creaciones a lo largo de los siglos de la Edad de Hierro, tiempo en el cual las gentes que habitaron el castro levantaron poderosas fortificaciones, construyeron una compleja red urbana de edificios y callejuelas y crearon modelos arquitectónicos muy originales que habrían de generalizarse en buena parte de los castros del noroeste peninsular, como los pequeños santuarios urbanos o saunas castreñas.

La época romana es la mejor y más representada en los ajuares rescatados. Fue un poblado singular, con una gran actividad artesanal y metalúrgica, en el que habitaron grupos privilegiados próximos al poder romano, de alto rango social, como lo demuestran las joyas, las cerámicas, los vidrios itálicos y las vajillas allí encontrados.

¿Qué hacer ahora? «Nosotros lo tenemos muy claro, seguir investigando y cuando tengamos claros los datos y vayamos aumentando los hallazgos hacer museable aquello que se pueda en los museos y, si es posible, en la propia ruina. Estoy convencido de que cuanto más se apoyen las cosas mejor se conservan», dice Rodríguez Asensio.