Oviedo, Eduardo GARCÍA

El ejemplo del arrojo, solidaridad y humanidad de los habitantes del pequeño pueblo gallego de Angrois en los instantes posteriores al terrible accidente ferroviario de Santiago de Compostela en el pasado mes de julio fue utilizado ayer por el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, como espejo en el que puede y debe mirarse un país. Un pueblo convertido en "referencia y estímulo para hacer frente al pesimismo, la frustración o la desconfianza que afectan hoy a muchos españoles".

La ceremonia de entrega de los premios "Príncipe de Asturias" 2013, en el teatro Campoamor de Oviedo, tuvo ayer alta intensidad en las intervenciones y algunos momentos estelares. Uno, la unión de manos, de cara al público, entre los dos grandes físicos Peter Higgs y François Englert, junto al director del CERN Rolf-Dieter Heuer, galardonados con el premio de Investigación Científica y Técnica. Otro, la presencia en el escenario de un grupo inusual, el de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), con la niña Liv Parlee Cantin convertida en la "segunda princesa" de la ceremonia. Liv correspondió al aplauso, largo y cálido del público, con un montón de besos.

El Príncipe no eludió un año más la situación de crisis económica y penuria laboral de España y lanzó un órdago: "No podemos permanecer indiferentes o inmóviles; debemos reaccionar".

Esa primera reacción tiene que salir de cada uno de nosotros. "Hoy es un día -añadió el Príncipe- en el que me gustaría animar a que todos ayudemos a superar, y sé que no es fácil, ese estado de ánimo. Necesitamos los esfuerzos y la colaboración de todos, pero lo que de verdad necesitamos es recuperar la ilusión y la confianza que fundamentan cualquier éxito, individual o colectivo, como tantos que hemos logrado en las últimas décadas de nuestra historia".

El activo más importante "es nuestra gente, la sociedad española en su conjunto. Los hombres y mujeres de España han hecho frente con gran coraje a la adversidad y han mostrado una capacidad de sacrificio fuera de toda duda".

Hubo una reivindicación sin matices "a la honestidad, esfuerzo, valentía y humildad" de tantos españoles. Una velada cita, implícita y por contraposición, a las corruptelas, que le dio pie a Felipe de Borbón para hablar de la actualidad.

"Son esos millones de españoles que cada día batallan para salir adelante... los que realmente hacen de España una gran nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar".

Asumidas las dificultades, reivindicada la materia prima "de una sociedad con vitalidad y pulso", el heredero de la Corona se refirió a esa solidaridad a veces oscura y hasta invisible que sirve de soporte frente a la crisis.

"No estamos en la España que entristeció a Unamuno, en la que -como dijo- "vive cada cual solo entre los demás". La solidaridad está muy presente". Presente en las "instituciones sociales, públicas y privadas que se están volcando con los que más sufren y más necesitan", y presente entre los voluntarios y en el seno de las familias, "donde los mayores están dando un gran ejemplo de generosidad al compartir con los más jóvenes los esfuerzos de una vida llena de sacrificios".

La siguiente idea, planteada siempre con ese inconfundible tono diplomático que preside los discursos del Príncipe en el Campoamor, tiene que ver con el destino común, en tiempos de tentaciones independentistas. "Entre nosotros están muy presentes los sentimientos fraternales generados a lo largo de muchos siglos de convivencia; de compartir profundos vínculos familiares e históricos, tantas emociones sufridas o disfrutadas colectivamente. Juntos. Sentimientos de respeto, estima y afecto y amistad que nos han dado forma y que debemos preservar y alimentar siempre, por encima de las tensiones, discrepancias y desencuentros".

Con estos mimbres, Felipe de Borbón nos situó en el mapa: "Somos una sociedad fiel a nuestra vocación europea, orgullosa de nuestra dimensión iberoamericana, consciente de nuestro lugar y responsabilidad en el mundo... y estamos abiertos a él".

La historia reciente nos pone sobre aviso "porque la sociedad exige una reflexión rigurosa para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles, con la firme aspiración de construir un futuro basado en el rigor, la seriedad y el esfuerzo", dijo el Príncipe.

Y la Historia común, con mayúscula, también nos obliga. "Una nación que han construido millones y millones de ciudadanos a lo largo de los siglos y que hoy, todos juntos, en un proyecto compartido, tenemos la responsabilidad de continuar". La clave es "no claudicar frente a la adversidad" y "no renunciar a ningún sueño".

Obra grande, la de los premiados de este año, y también la del pequeño pueblo-ejemplo de Angrois, "un gran pueblo ejemplar de España", "toda una invitación al optimismo y la esperanza".

El premio "Príncipe de Asturias" de las Letras, Antonio Muñoz Molina, recordó aquel sombrío 1981, el año de la primera edición de los galardones, y las palabras del poeta José Hierro en las que valoraba, por encima de peligros e incertidumbres "el aire de libertad que respiramos".

"Ese aire -dijo Muñoz Molina- lo seguimos respirando, a pesar de todos los pesares, 32 años después", más de tres décadas que "constituyen el período más largo de libertad que se ha conocido en la historia de nuestro país". Y pidió el escritor jienense no olvidar esas cosas ahora, cuando el porvenir parece tan incierto como entonces".

Sin la libertad que proclamaba con orgullo el gran Pepe Hierro "no hubiera sido posible la generación literaria a la que yo pertenezco. Incluso nos hemos acostumbrado tanto a ella que corremos el peligro de no saber ya apreciarla", señaló.

La socióloga Saskia Sassen, premio "Príncipe de Asturias" de Ciencias Sociales, alertó de la amenaza que se cierne "sobre la autonomía académica y la autonomía del conocimiento y el trabajo intelectual".

Michael Haneke, premio de las Artes, quiso mostrar las dos caras del cine, magia pura, pero también "un medio de avasallamiento que ha heredado las estrategias efectistas de todas las formas artísticas que existían antes que él".

Annie Leibovitz, premio de Comunicación, habló de su gran "amor", la fotografía, con la que es posible "compartir experiencias" y poder mostrar "lo que de otra manera no podría creerse".

El presidente de la Fundación, Matías Rodríguez Inciarte, recordó a los cuatro premiados fallecidos este año: García de Enterría, Martín de Riquer, Álvaro Mutis y Juan Linz.