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Dieciséis años con un corazón prestado

"Con mascarilla y guantes, la gente ni se me acercaba"

"Cuando me dejaron comer un poco de chorizo, empecé a animarme", dice el poleso Luis Villa

Luis Villa, en su casa de la Pola, con recortes de prensa sobre trasplantes.| manuel noval

Pola de Siero, Manuel NOVAL MORO

Luis Villa, de Pola de Siero, tenía 46 años cuando en 1998 empezó a notar molestias en el estómago y a sentirse cada vez más débil. "No podía caminar ni subir cuestas, me agotaba. Tenía taquicardias y me daba puñetazos en el pecho porque no podía respirar, o me sentaba en las baldosas, porque el frío me aliviaba", relata.

Fue al médico. En seguida le diagnosticaron una dolencia cardiaca grave y lo mandaron a Oviedo. "En aquel momento, empecé a llorar como un desconsolado. Me vi solo", confiesa. Y le dijeron que iba a entrar en lista de espera para un trasplante de corazón. "Pero tuve mucha suerte. Un lunes me iban a dar el "busca" y no tuve tiempo de ir a por él, porque el domingo me llamaron para decirme que había un corazón". Fue el quinto trasplantado cardiaco en Asturias, un mes después de que se iniciara esta técnica.

Confiesa que estaba muerto de miedo. "Cuando llegué al hospital estaba temblando", afirma. Esa misma noche lo operó el doctor José María Valle Castro, y a partir de entonces comenzó su lenta recuperación.

El cambio fue total. "Con el corazón nuevo me encontré estupendamente; desde entonces nunca estuve enfermo, ni una gripe".

"Yo tenía claro que quería salir adelante, y que no iba a meterme en mi mismo sino luchar por ello, que tenía que ponerme para arriba y superarlo". asegura. Su principal herramienta fue la vida social. Procuraba ir a menudo a Pola de Siero a ver a su gente y estar con sus amigos. Y eso que al principio fue raro: "Entonces no era como ahora; salía a la calle con mascarilla y guantes; y cuando me subía al autobús en Sevares, con todo aquello, no se sentaba nadie a mi lado, tenían miedo de que los contagiase".

Lo peor que llevaba era la comida. "Tenía que lavar la fruta con lejía y comer sin sal. Era difícil; cuando empecé a comer algo mejor, un poco de jamón o de chorizo, que tenía prohibido, empecé a animarme". Y más adelante, a los dos años del trasplante, le dejaron beber vino, aunque no era lo suyo. "Un día le pedí permiso al médico para que me dejase tomar sidra, y desde entonces es lo que más bebo, siempre con moderación; y como de todo".

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