Del mismo modo que Highway 61 Revisited, de Bob Dylan, fue el disco que en 1965 cambió la cara del rock, Kind of Blue (1959) ha pasado a ser un hito en la evolución del jazz, abanderando la transformación desde el bebop a la improvisación modal. Me estoy refiriendo al mítico álbum de Miles Davis que nadie en este mundo debería dejar de escuchar.

Un hecho inocente determina a veces el rumbo de una vida y una pregunta a tiempo ayuda a enderezarlo. El primer recuerdo que Davis guardaba de su existencia era una llamarada azul brotando de un fogón de gas que le invitó a adentrarse en el misterio. La llama, al mismo tiempo que le asustaba, le produjo una especie de alegría fantasmagórica que le invitó a huir siempre hacia adelante en busca de novedades. Años después, el músico, uno de los mejores de la historia, autor del álbum de jazz que se ha convertido en objeto de culto, le preguntó a Dizzy Gillespie: "Tío ¿por qué no puedo tocar como tú?". Y el gran Gillespie le contestó: "Tocas como yo, pero una octava más abajo. Tu tocas los acordes". A partir de entonces, infló sus carrillos y la trompeta empezó a sonar alto y rápido.

En el bebop todos solían tocar deprisa. Diz y Bird (Charlie Parker) lo hacían como si les persiguiese el mismísimo demonio. Miles, al que le cabía el honor de estar con ellos subido al escenario del Minton's Playhouse, los observaba asombrado y hasta estremecido. Estaba tan emocionado que más tarde le dijo a Quincy Trouppe aquello de que la sensación más fuerte que había experimentado en su vida, "con la ropa puesta", fue cuando escuchó por primera vez a Diz y a Bird juntos, y no se puede decir que Miles Davis no haya experimentado a lo largo de su vida sensaciones fuertes, lo mismo vestido que desnudo. "Tío, la mierda que tocaban era tan buena que asustaba", contó en su autobiografía.

Cincuenta y cinco años más tarde, el sonido de Kind of Blue se teje con tanta fuerza en el tapiz musical que es difícil distinguir sus huellas. Se ha infiltrado en muchos géneros diferentes del jazz. Después de que a mediados de los cuarenta Bird y Diz sobrepasaran los límites de la invención armónica y rítmica, Miles había devuelto la música al refrigerador. Ese movimiento pendular, desde el apogeo del bebop a la línea de pleamar del jazz modal, constituye un período de creatividad irrepetible en la música. Desde esa perspectiva, muchos observan en Kind of Blue, más que un adiós a una era, la mejor visión del futuro.

Del disco que grabaron Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, Cannonball Adderley, Jimmy Cobb, Paul Chambers y Winton Kelly se vendieron entonces millones de copias. La edición conmemorativa volvió más tarde a atraer a miles de curiosos a aquel legendario viaje sonoro que empezaba con el célebre So what y acababa con Flamenco sketches, cuarenta minutos de música maravillosa. Kind of Blue conquistó las mentes inquietas de las clases medias de la época y dio una nueva dimensión al jazz. Empezó a reinar la improvisación.

Si hay un altar para este tipo de cuestiones, ahí merece estar.