Este año, el premio "Príncipe" era el Rey. Pero a la entrega venía como candidato de honor. Y en su primer discurso como monarca en el acto del teatro Campoamor, Felipe VI hizo todo lo posible por hacerse acreedor del galardón. Por los aplausos que recibió en varias ocasiones, con todos los asistentes puestos en pie, se lo ganó.

Arrancó la intervención con una evocación de los tiempos en que nacieron los premios "Príncipe", allá por 1980, cuando la "incertidumbre y la preocupación" se mezclaban con los "sueños de concordia y libertad". Después, sus palabras hicieron el obligado repaso a los méritos de los galardonados de este año y, finalmente, volvió a esta crítica actualidad para entrar en el corazón del mensaje que vino a lanzar desde Oviedo. Era, con otras palabras, el mismo que transmitió el pasado 19 de junio, cuando fue proclamado Rey de España en el Congreso. Y ese mensaje es que Felipe VI quiere ser para la historia "Felipe el Decente" y viene a reinar en nombre de la regeneración de los valores democráticos, a "garantizar y revitalizar nuestra convivencia". Casi al final de su discurso, dejó una síntesis de efectividad casi publicitaria: "Sigamos, en fin, el viejo consejo de Unamuno: "Haced riqueza, haced patria, haced arte, haced ciencia, haced ética". Palabras sabias que deben resonar con esa fuerza con la que han resistido, sin envejecer, el paso del tiempo".

Haced ética. Es lo que quiere la gente. Lo que necesita la gente. Lo que quieren quienes acudieron a aplaudir a los Reyes a su entrada al Campoamor. Y también los miles de personas que, en la Escandalera, montaban escandalera coreando consignas republicanas, contra los escándalos de corrupción, contra los políticos y contra la dolorosa factura que les han pasado por la crisis€ Eran muchos más que en la protesta del año pasado y un extraordinario despliegue policial se hizo notar en el centro de Oviedo para alejarlos del Campoamor y reducir el sonido ambiental alternativo en la retransmisión televisiva. Pero para ellos también -y acaso para ellos sobre todo- iban dirigidas las palabras del nuevo Rey.

Al desgranar la sustancia de su discurso, Felipe VI comenzó hablando de la "esperanza" que supuso para Asturias el nacimiento de los premios "Príncipe", unos galardones que hoy "los seguimos necesitando como estímulo e inspiración en estos tiempos cruciales, tiempos intensos y de renovación". Luego hiló con que la sociedad "necesita referencias morales a las que admirar y respetar; principios éticos que reconocer y observar; valores cívicos que preservar y fomentar". Y lo remató así: "Y esa conciencia social, es con la que debemos fortalecer nuestra vida en común. Es con ese necesario impulso moral colectivo con el que se puede y se debe de hacer de España una nación ilusionada, llena de vida y de pensamiento, llena de ideas que merezcan la confianza de los ciudadanos; de proyectos que atraigan la mente y voluntad de todos y conquisten sus corazones".

Haced ética, españoles. Pero hacedla juntos y en el marco constitucional. Esa es la segunda parte del mensaje de la naciente monarquía. "Nuestra democracia -desde hace ya más de 35 años- no es fruto de la improvisación, sino de la voluntad decidida del pueblo español de constituir España en un estado social y democrático de Derecho, inspirado en los principios de libertad y igualdad, de justicia y pluralismo; y en el que todos, ciudadanos e instituciones, estamos sometidos, por igual al mandato de la ley".

No dijo nada nuevo. Es lo que está escrito y votado en 1978. Pero rescató lo que muchos -gracias a esa amnesia de la ley que causa la corrupción- habían olvidado y hecho olvidar a muchos más. Así que, por tercera vez, el Campoamor aplaudió. La primera ovación había sido, casi al comenzar el discurso, cuando Felipe VI reconoció la emoción que le suponía regresar como Rey a entregar unos premios donde debutó como Príncipe. Entonces, todos se pusieron en pie y hacia la mitad de la ovación estalló primero un "¡Viva el Rey!" y un poco después, algo más tímido, un "!Viva España!". La segunda ovación de la tarde en el Campoamor, la suscitó Felipe VI cuando mencionó a su madre, allí presente, "cuyo apoyo no nos ha faltado nunca estos años", indicó. Lo mismo que ya ocurriera en el Congreso el día de la proclamación, la Reina Sofía recibió ayer en Oviedo unos aplausos cargados con tanto cariño y tan intenso agradecimiento que, por un segundo, parece que Juan Carlos I vive ahora, como diría Luis Cernuda, donde habite el olvido.

Felipe VI tiene barba. Será porque está de moda, es cierto. Pero a él, que la lleva ya entrecana, le confiere un punto extra de solidez en el discurso. Le da cara de moneda de curso legal. Algo que en su familia, por otra parte, no es nada raro.

No obstante, el nuevo Rey tiene una mirada emotiva. Es raro en la gente con ojos azules, pero la tiene. Por eso, además de hablar del marco constitucional vigente -"la garantía de nuestra convivencia en libertad"-, también entró a destacar la importancia de algo más cotidiano, algo que está por debajo de las grandes leyes: "Debemos también cuidar y favorecer nuestra vida en común".

Si el término no estuviera mil veces mancillado, lo que siguió fue pura educación para la ciudadanía. "Miremos a nuestra historia con serenidad, objetividad y sabiduría. Reconozcamos sus luces y sus sombras, y aprendamos de todas ellas para no cometer -para no repetir- los errores del pasado. Porque el caudal de progreso que hemos conseguido con el empuje de todos, especialmente en las últimas décadas, jamás lo había alcanzado España en tantos ámbitos. Sintámonos orgullosos de lo mucho y bueno que juntos hemos hecho".

Por esa vía argumentativa, de nuevo el monarca debutante en el Campoamor volvió a ganarse un aplauso de los asistentes cuando subrayó que los españoles, además de historia e intereses comunes -como el de la voluntad de pertenecer a Europa- compartimos "sobre todo" "sentimientos". A continuación soltó lo que bien podía considerarse un titular: "Los españoles ya no somos rivales los unos de los otros. Somos protagonistas de un mismo camino". Ahí justo es donde aplaudieron. Luego remató la idea: "Y estoy convencido de que la comprensión, la consideración, el afecto y el respeto mutuos son sentimientos arraigados en el corazón de los españoles y compartidos de norte a sur y de este a oeste de nuestro territorio. Y todos esos sentimientos ni los debemos olvidar nunca, ni mucho menos perder. Al contrario, los tenemos que preservar y alimentar".

Hay que cambiar las cosas, ése era el mensaje. Pero no se puede tirar todo la basura. Por eso, ya acercándose al final del discurso, inyectó optimismo. "Valoremos también lo que estamos haciendo -con un enorme sacrificio y esfuerzo por parte de muchos españoles- para superar todos juntos una de las crisis económicas más profundas de nuestra historia reciente". Pidió caminar hacia donde el mundo camina: "Hacia una mayor integración y no al contrario" y caminar como lo hacen quienes han sido galardonados con los premios "Príncipe": "Con valentía, con honradez y con generosidad se pueden alcanzar las metas más difíciles".

Y dicho esto, Felipe VI trató de redondear una intervención que algunos ayer, al salir del teatro Campoamor, calificaban de redonda. Citó a Vicente Ferrer: "Hacer el bien sirve para llenar una vida". A ello añadió: "Hacer el bien a los demás, señoras y señores, sirve para darle sentido a una vida".

Leonor y los premios "Princesa de Asturias" que su padre casi se olvida de convocar

Los tiempos cambian, pero la fuerza de la costumbre a veces puede más. Pasaron los discursos, se fueron los premiados, se escuchó el "Asturias patria querida", se fueron los gaiteros y Felipe VI fue a dar por cerrado el acto y a convocar los premios del próximo año, que llevarán el nombre de su hija primogénita, Leonor. Tendría que haber dicho "Premios Princesa de Asturias" pero convocó, otra vez, los "Premios Príncipe". Pronto se dio cuenta del error y rectificó. Luego llegaron unas risas, un beso de la Reina y quedaron convocados como tiene que ser: Premios Princesa de Asturias.

Luego se vio a la Reina indicando a un asistente que el Rey ya había guardado el papel donde estaba la fórmula para clausurar el acto y convocar la próxima edición. Así no leyó lo escrito. De ahí surgió la confusión. La anécdota final no fue la única en la que apareció Leonor. Ya al principio de su discurso Felipe VI, al echar la vista atrás y confesar la importancia que en su vida han tenido los premios, añadió que por eso "se comprenderá con cuanto cuidado y dedicación" la Reina y él educan a la Princesa Sofía y a la Infanta Leonor "para que también crezca en ellas un compromiso como el nuestro por esta noble causa y todo lo que representa".