Con profunda gratitud y gran humildad me presento ante ustedes en este día, para darles las gracias desde lo más profundo de mi corazón. Mediante este prestigioso galardón, han elegido reconocer la labor pacífica de lucha contra la violencia sexual de la que son víctimas las mujeres en tiempos de guerra, en la zona oriental de la República Democrática del Congo, y la lucha contra la pobreza. Honorables miembros del Jurado, acepten nuestro sincero agradecimiento por esta distinción. Es un gran honor para mi humilde persona.

Hubiese querido que este honor fuera recibido por las miles de mujeres congoleñas, víctimas de la guerra y de la violencia sexual y despojadas de todo honor desde que sus cuerpos fueron transformados en campos de batalla. Y quiero compartir este honor con las mujeres activistas de todo el mundo, y en especial con las de la República Democrática del Congo, que, día y noche, luchan para defender los derechos humanos, con el exclusivo fin de establecer la justicia. Majestades, distinguidos invitados, señoras y señores: Hoy, la mujer congoleña víctima de los conflictos armados, violentada y violada, ha perdido toda su dignidad y vive en la deshonra. Ella, cuyos órganos genitales fueron sometidos a los ultrajes más viles, condenada a la esclavitud sexual y rechazada por su propia comunidad, lleva 18 años sufriendo: 18 años de tortura, 18 años de destrucción, 18 años de huida errante y desplazamiento, 18 años de pobreza extrema.

Los niños nacidos de esta atrocidad que es la esclavitud sexual en tiempos de guerra son a su vez víctimas de violaciones cuando son niñas y reclutados a la fuerza en las bandas armadas cuando son niños: un círculo vicioso de sufrimiento y desolación que pone directamente en peligro el futuro de la nación congoleña, a causa de los miles de niños sin educación y traumatizados por los horrores de la guerra.

Majestades, distinguidos invitados, señoras y señores: No es secreto para nadie. Varios informes de organizaciones no gubernamentales internacionales y de expertos de las Naciones Unidas han denunciado la masacre organizada y planificada en el este de la República Democrática del Congo. Los diversos encuentros de paz y acuerdos firmados por el Gobierno congoleño y los beligerantes nos llevaron a confiar en un final inminente del conflicto. Pero, lamentablemente, las mujeres siguen siendo violadas, los niños siguen siendo reclutados a la fuerza en los grupos armados, las familias siguen errando por los caminos del exilio, aldeas enteras siguen siendo incendiadas, los bienes de la población siguen siendo saqueados.

No, nuestra guerra no ha terminado. Estamos en guerra. Una guerra que, intencionadamente, se ha relegado en el olvido.

Ante esta situación, nos tenemos que preguntar: ¿Por qué esta guerra? ¿Por qué tanto sufrimiento para las mujeres violadas? La paz y la dignidad humana, ¿son un lujo para las mujeres pobres? ¿Están condenadas a sufrir los horrores de una guerra que no han planificado?

Estas preguntas atañen a todos los que estamos en esta sala. Las causas del conflicto en la República Democrática del Congo son múltiples. Los actores, responsables directos e indirectos, se conocen y han sido detallados en los informes que he mencionado anteriormente. De ellos se desprende que la República Democrática del Congo es víctima de la inmensa riqueza de su subsuelo.

Permítanme pedir cuentas a ciertas empresas multinacionales que, en busca de sus propios intereses, han contribuido a asolar a sangre y fuego este gran y hermoso país del Congo, arrebatándoles la vida a más de 6 millones de personas y su dignidad y su honor a más de 500.000 mujeres violadas.

Majestades, distinguidos invitados, señoras y señores: ¿Durante cuánto tiempo vamos a seguir insensibles al dolor de las mujeres violadas en la República Democrática del Congo?

Las mujeres congoleñas heridas en cuerpo y alma reclaman justicia y reparación; que se persiga tanto a los autores indirectos y ocultos en la sombra, como a los autores materiales. Es justo y necesario que todos aquellos que financian y alimentan este horror por razones económicas respondan de sus actos.

España, uno de los pocos países europeos que ha vivido los horrores de la dictadura en un pasado reciente y que ha logrado construir en tan poco tiempo un país de derechos humanos, en el que los derechos de las mujeres son respetados a escala nacional e internacional, un remanso de paz, un país de justicia... España -decía? sabrá intervenir con todo su peso ante la comunidad internacional en favor de esas mujeres congoleñas que sólo piden poder vivir en paz en su país y satisfacer las necesidades de sus hijos.

Esta justicia requiere instituciones fuertes y competentes. Por ello sugerimos que se cree un Tribunal Penal Internacional (TPI) para la República Democrática del Congo como el que se creó para Ruanda. De manera que los crímenes cometidos contra las mujeres congoleñas en estos últimos 18 años no queden impunes, y para reforzar al mismo tiempo el mandato de la Corte Penal Internacional.

Majestades, distinguidos invitados, señoras y señores: El prestigioso premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia 2014 con el que nos han honrado es para nosotros una gran oportunidad de difundir aún con más fuerza y proyección nuestros mensajes de sensibilización, nuestras reivindicaciones y nuestras alegaciones. Este premio servirá de altavoz para la defensa de la causa de las mujeres violadas en el mundo en general y en particular en la República Democrática del Congo.

Por ello queremos dar las gracias muy sinceramente: a la Corona de España por haber instaurado este premio "Príncipe de Asturias", a los miembros del jurado por haber confiado en nuestra causa, a las organizaciones que han presentado nuestra candidatura a este galardón, a las organizaciones de la sociedad civil española que nos han apoyado y acompañado en nuestra sensibilización a nivel internacional.

Sin olvidar el muy importante papel que desempeñan las Radios de Paz en la República Democrática del Congo, y en especial Radio Okapi, que es un buen ejemplo de esta labor.

Permítanme concluir mi mensaje con un poema español que dice: "Necesitamos dos manos para escribir /dos para acariciar / dos para aplaudir / y todas las manos del mundo/ para la paz".

Unan, pues, sus manos a nuestras manos para que podamos reconstruir la paz y la concordia en la República Democrática del Congo, y devolver su honor y su dignidad a las mujeres violadas.

Muchas gracias.