Los museos. Esos espacios en los que algunos encuentran paz, otros inspiración y otros nunca se encuentran. Unos edificios en los que hay nombres colgados en las paredes, pero a los que a veces es difícil ponerles cara. Unos centros en los que los seres humanos pertenecen a otra realidad y, si están en la misma, uno no suele relacionarse con ellos. Por eso, humanizar a los museos no es una tarea fácil. Sus directores o gerentes aparecen de vez en cuando para explicar colecciones o programas, y poco más. Pero en estos espacios hay mucho más de lo que se ve. Sus plantillas, formadas por trabajadores que viven "del amor al arte" son las piezas esenciales para que cada vez más personas crucen la puerta de estos centros y descubran el lado más atractivo de sus obras.
Un grupo de seis trabajadores de cinco centros de arte de Asturias abren sus puertas a LA NUEVA ESPAÑA para explicar su labor y mostrar, en el Día Internacional de los Museos, que se conmemora mañana, la cara más humana de estos espacios. Ricardo Gómez y Emilio Dopico son montadores en el Museo de Bellas Artes de Asturias; Saturnino Noval y Pepa García son los responsables de los departamentos de documentación y educación, respectivamente, de los museos Nicanor Piñole y Casa Natal Jovellanos de Gijón; Yaythe Leyva es una de las conserjes del Museo de la Historia Urbana de Avilés, y Eva Somaza es la responsable del departamento educativo del Museo Evaristo Valle de Gijón. Los seis tienen claro cuáles son las fortalezas de sus museos, pero también sus carencias y necesidades.
"El Museo de Bellas Artes tiene una colección muy acertada, con obras emblemáticas como las tablas de la Edad Media, que se pueden ver a la entrada del Palacio Velarde. Pero con la ampliación se ha conseguido duplicar su valor. Es una visita obligada", cuenta Ricardo Gómez. Él y sus tres compañeros, Emilio Dopico, Mercedes Menéndez y Jorge Fernández, son los únicos que pueden manipular las valiosas piezas artísticas que viven entre las paredes de este centro. "Es una labor de mucha responsabilidad, así que hay que olvidarse del precio de las obras", bromea Dopico. Ambos creen que la falta de personal y de inversión son los principales problemas del Bellas Artes. "La plaza de conservador no está cubierta y la crisis impedirá que se continúe con la ampliación, y es una pena", dicen.
La falta de inversión y de personal también afecta a los museos de la ciudad de Gijón. "No hay dinero para que los profesionales nos reciclemos y no existe una red de museos real. Cambiar eso ayudaría a que más gente se acercara a ellos", explica Pepa García. Su compañero, Saturnino Noval, destaca que "hace falta más apoyo para incrementar las colecciones. Muchas veces hay posibilidad de hacerlo y no hay recursos para comprar obras que completarían los museos". Pero gracias al esfuerzo del personal, los dos subrayan que el museo tienen un programa de calidad. "La gente tiene que romper con la idea de que los museos son entidades serias y cerradas. El Piñole y el Jovellanos son dos lugares con una fuerte vinculación al territorio en el que se sitúan, la ciudad de Gijón, y por eso son tan atractivos". A Eva Somaza le encantaría que el presupuesto permitiera ampliar la plantilla del departamento de educación de su museo, en el que está ella sola, pero, de momento, se esfuerza para que cada vez más gente vea el Evaristo Valle con el mismo entusiasmo que ella. "Es un lugar para disfrutar desde que pones el pie en sus jardines y ves el edificio". Eso mismo le pasa a Yaythe Leyva. "No era de ir a museos antes de trabajar aquí. Ahora le recomiendo a todo el mundo que conozco que venga, porque aquí conocerán de verdad Avilés".
