Su pintura, signada por la inquietud plástica de una vocación que rehuía los lugares comunes de lo acomodaticio, ocupa un lugar fundamental en los más exigentes recuentos del arte asturiano del último cuarto de siglo. Kely Méndez Riestra, carbayona de 1960, fallecía el 9 de diciembre de 2013 después de plantarle cara a las insidias de la enfermedad. Un año antes se le había concedido la medalla a la mejor obra presentada en la Feria de Arte de Oviedo. Fue su último cuadro y es una de las sesenta piezas de la exposición que la sala gijonesa Gema Llamazares inaugurará mañana, jueves, para recordar a la artista inconformista de variados registros, desaparecida prematuramente.

"Kely, una vida pintada", exposición comisariada por Rubén Suárez, crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA, responde exactamente a lo que propone su título. Ofrece un amplio recorrido por la trayectoria de una artista reticente a los encasillamientos. Su pintura fue siempre -desde la exigencia- el correlato plástico de un complejo mundo interior que se manifestaba en distintos registros (de la abstracción lírica a la ordenación geométrica), sin incurrir en la autocomplacencia de quien se siente seguro en un espacio estético ya conquistado. Cuando pensaba que había agotado una etapa, iniciaba otro camino desde el impulso de un rigor formal que alimentaba todas sus búsquedas.

La inauguración de esta muestra, que supone un grato y elocuente recorrido por esa capacidad de Kely para sorprenderse y sorprendernos, coincide con el décimo aniversario de la sala Gema Llamazares. La artista expuso por primera vez en esta galería al poco de su apertura: tres piezas en una muestra de autores asturianos. Una colaboración que se prolongó en el tiempo. En el otoño de 2007 colgó ahí "Cuestión de tiempo", y tres años más tarde, "Un hueco en el vacío".

Fueron dos de las exposiciones importantes de una pintora que tardó en darse a conocer. Su primera individual fue en Benedet, en Oviedo, en 1996. Desde esa fecha, su obra no dejó de crecer. Estuvo en ARCO y participó en varias ferias nacionales e internacionales. "La pintura de Kely fue siempre una obra abierta y en proceso, siempre en trance de sorprendernos asumiendo el riesgo de nuevas apuestas en la creación plástica", afirma Rubén Suárez en la introducción a "Kely, una vida pintada".

La galerista Gema Llamazares ha querido recuperar la obra de la artista asturiana en el décimo aniversario de su sala por varias razones. "En 2013, el año en que murió, tenía que volver a exponer con nosotros, aunque se sentía ya con pocas fuerzas; la llevamos a la Feria de Arte de Oviedo", explica. "Y, además", añade, "porque era una gran artista y una gran amiga".

Para la reunión de todo este asombroso material de Kely, una artista que dominaba las más variadas técnicas, ha sido muy importante la colaboración de la familia de la artista: la de su viudo, Joaquín Junquera, o la de su hermano, el escritor Eduardo Méndez Riestra. Y también la de algunas instituciones con obra de la pintora. "Es una revisión de casi todas las etapas de Kely, con muchas obras representativas; la pena es que no podamos exponerlas todas a la vez", lamenta Gema Llamazares.

"Kely, una vida pintada" estará abierta al público hasta el próximo 15 de agosto. La galería editará un libro, no el simple catálogo al uso, que permitirá a los aficionados un recorrido por los mundos de esta artista singular. Su fallecimiento, en plena madurez creativa, dejó una nítida ausencia en el arte asturiano.