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De Google a Alphabet, mucho más que un cambio de letras

El gigante tecnológico se reestructura para que las ideas más arriesgadas no hagan peligrar la fortaleza financiera de la matriz

El gigante ha crecido tanto que el nombre de Google le queda pequeño. Ahora se llamará Alphabet y se repartirá en siete divisiones que se diferenciarán entre las que dan dinero seguro y las que son proyectos de futuro sin consolidar. En 1998, hace una eternidad en términos tecnológicos, nadie sabía qué era Google, un buscador creado por Larry Page y Serguéi Brin cuando realizaban su doctorado. Querían poner orden en la avalancha de información que ya entonces circulaba por Internet. Un lustro después, Google casi facturaba mil millones de dólares y estaba preparada para cotizar en Bolsa. Hoy, su condición de exitosa pero simple "start up" ha dado paso a un imperio de 57.000 trabajadores con muchas, variadas y complejas rutas de negocio que movieron el pasado año casi 60.000 millones de euros. Google, Calico, Nest, Fiber, Xlab, Venture y Lab son las ramas de ese frondoso árbol empresarial. Unas caminan con paso firme y confiado, otras están empezando a dar sus primeros pasos. Algunas ya han cosechado sus primeros patinazos, como las famosas gafas Google. Con la nueva fragmentación, se libera a las segundas de grandes responsabilidades a corto plazo, se aligera su paso y se deja el peso financiero sobre las anchas espaldas del buscador Google, un imperio de las comunicaciones en sí mismo que tiene en sus manos el suculento negocio de publicidad, los mapas, la golosa tienda de aplicaciones, el macroportal de vídeos YouTube, el navegador Chrome o Android, el sistema operativo para móviles más instalado del mundo.

Con esta reestructuración, Alphabet no solo ensambla sus piezas de forma que el puzzle tenga un núcleo duro económico con el que proteger a sus flancos más débiles o vulnerables. También lanza un mensaje para navegantes audaces: ante la imprevisibilidad de las nuevas tecnologías y la necesidad de lanzar constantemente nuevas iniciativas sin tener muy claro cuáles triunfarán (¿la televisión por internet, los coches sin conductor?), Alphabet deja abiertas las vías a la llegada de otros Google que aún no se conocen o están en un estadio muy incipiente sin que su éxito o fracaso pueda dañar la salud de la empresa matriz. Y, sobre todo, sin meter el miedo en el cuerpo a los inversores cada vez que una de sus iniciativas "visionarias" se quedaba en tecnología de borrajas. Según los analistas, la conversión en Alphabet aumentará las ganancias previstas hasta 2017 en 324 millones de dólares, de 70.584 millones a 70.909 millones. En medios especializados se apunta la idea de que Page y Brin buscan, nunca mejor dicho, librarse de corsés financieros para lanzarse a tecla abierta a por ideas sin depender tanto de los tentáculos publicitarios y mostrándose ante Wall Street con una imagen más diáfana en sus balances financieros. Como sucede con el mundo editorial, si se lanzan muchos libros seguro que la mayoría fracasarán, pero basta con que una minoría se convierta en bestseller para que las pérdidas sean mínimas y las ganancias lleguen a ser inmensas.

Abuso de dominio

Al margen de las repercusiones internas de la reestructuración, con su correspondiente aumento de consejeros delegados, el nuevo paisaje empresarial que propone Alphabet pisará los terrenos más difíciles en Europa, donde el temor a que el gigante (en cuyos centros de datos, conviene recordar, hay información personal del millones de ciudadanos) quiera extender su poder por todo el planeta y convertirse, como denunciaba un medio de comunicación germano, en una especie de "gobierno mundial". De hecho, el 31 de agosto es la fecha tope fijada por la Comisión Europea para que Google responda al pliego de cargos que envió el pasado 15 de abril por su preocupación sobre su posible abuso de posición dominante al favorecer a su servicio de comparación de precios (Google Shopping) frente a sus rivales en los resultados de su buscador. Y los medios de comunicación españoles tienen su propio caballo de batalla por el servicio Google News, un enfrentamiento que lo mantiene fuera de juego en nuestro país. No obstante, como matizaba recientemente en un artículo el experto Jeff Jarvis, con el nuevo Alphabet se podría abrir una vía de diálogo (¿de negociación?) regada por una lluvia de dólares: "La rama de la empresa dedicada a las inversiones de riesgo dispone de unos fondos específicos de 100 millones de dólares anuales para invertir en el continente. Al igual que muchas multinacionales estadounidenses, la empresa posee inmensas reservas de efectivo que no quiere llevar a Estados Unidos". Diecisiete años después, los estudiantes Page y Brin son maestros en deletrear la palabra poder.

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