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Ana M.ª Westphalen: "En Perú todavía hay machismo, pero la situación ha mejorado"

La escultora limeña, vinculada a una familia de literatos y artistas, visitó Oviedo acompañando a su marido, el periodista Francisco Miró Quesada

Ana María Westphalen. LUISMA MURIAS

Cuando tenía 12 años, Ana María Westphalen (Lima, 1952) participó en un concurso de arte en el colegio. Hizo una figura de mujer de cera, compró parafina, la derritió y se hizo ampollas en los dedos, pero logró realizar el molde y ganó el primer premio. "Me gusta plasmar con las manos, no sólo con una dimensión, tenía la necesidad de hacerlo", afirma.

Podría decirse que Ana María Westphalen, escultora peruana, lleva el arte en sus genes. Hija de la poetisa Yolanda Rodríguez Cartland y sobrina del poeta Emilio Adolfo Westphalen, que introdujo el surrealismo en Perú, su ambiente familiar era un vivero apropiado para la creatividad. Casada con Francisco Miró, periodista y rector de la Universidad César Vallejo, visitó la pasada semana Oviedo, acompañando a su esposo, que firmó un convenio con la Universidad y visitó la Academia Asturiana de Jurisprudencia, de la que es nuevo miembro.

Los pintores peruanos Germán Suárez Vertiz, Sabino Springett y Venancio Shinky han tenido mucho que ver en la formación artística de Ana María Westphalen, quien ha pasado por distintas etapas profesionales, la enseñanza, agitadora cultural -creando, junto a una amiga, un instituto de cursos y debates sobre todo lo relacionado con la cultura y el arte-, y la contabilidad, tarea que desarrolló en otro instituto, esta vez de su esposo y un amigo, en el que se formaban analistas políticos y económicos.

"Después de diez años pedí un año sabático y me fui a Huapaya, a trabajar sólo la escultura", explica.

La artista utiliza diferentes materiales, tales como la plata, el mármol, la piedra de Huamanga, parecida al mármol, el alabastro, la madera y recientemente ha empezado a emplear la resina. "Trabajo de lunes a viernes, de nueve de la mañana a tres de la tarde, y puedo decirle que me abstraigo totalmente", señala.

En sus esculturas presta especial atención a la figura humana. No suele hacer dibujos previamente, excepto cuando trabaja la plata, por la dificultad que plantea manipular ese metal. "Tengo la estructura de la obra en la cabeza, la idea, investigo y comienzo a producirla", explica.

Entre sus piezas más conocidas están los tres torsos de mujer que representan a las tres regiones de Perú: la costa, la sierra y la selva. También le interesan los animales, la zoología mítica y de vez en cuando rinde homenaje a algunos artistas con una pieza, como es el caso de Magritte o Klimt. Los españoles Julio González, Salvador Dalí y Miró figuran entre sus escultores favoritos. Ha realizado exposiciones en Perú, Washington, Ginebra y París.

Pero es la mujer quien centra buena parte de su obra. La exposición "La evolución de la mujer" es un ejemplo. "Trato de ver esta evolución en muchos aspectos, desde su nacimiento, destacando su fragilidad, fortaleza, alegría, temple, serenidad, resignación, y lo manifiesto con dos o tres figuras en madera, acrílico y plata, y estoy pensando en incursionar en el vidrio", subraya.

La situación de las mujeres en Perú es, según dice, "mil veces mejor" que hace unos años, "pero todavía existe agresión y cierto machismo; en algunas zonas como la sierra y la selva están más marginadas".

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