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La pintora de la niebla de Asturias

"En mi obra, simplemente reflejo mis ideas y pensamientos", decía Amparo Cores Uría, fallecida el 25 de septiembre en Madrid

"Tormenta en Andalucía", obra del Museo de Bellas Artes de Asturias.

"Era una mujer con gran sensibilidad, muy exigente, sincera y auténtica, que no se casaba con nadie. Podía haber expuesto más, y no sólo en Asturias, pero no quiso". José Antonio Fernández Castañón, exdirector del Museo de Bellas Artes de Asturias y propietario de la desaparecida galería Tassili, recuerda así a Amparo Cores Uría (Oviedo, 1929- Madrid, 2015), fallecida el pasado 25 de septiembre en Madrid, ciudad en la que residía. La obra de Amparo Cores inauguró Tassili en 1970.

"Era una persona adorable, fina, sensible, tenía ese aire delicado que transmitía a su obra", apunta Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias. Palacio la trató y la visitó en su casa de Madrid en 2010 porque el Museo, entonces dirigido por Emilio Marcos Vallaure, quiso preparar una exposición sobre la obra de Amparo Cores que, al final, se malogró debido a las obras de ampliación y al recorte presupuestario. El Museo tiene dos obras suyas: el paisaje "Tormenta en Andalucía" y un collage.

La obra de Amparo Cores, según Alfonso Palacio, tiene tres aspectos interesantes. De un lado los paisajes, de las décadas 50, 60 y 70, "por su capacidad para aunar la figuración y la abstracción en un momento en que para otros artistas se presentaban como irreconciliables, de gran sensibilidad y que transmiten tranquilidad"; de otro, los collages, "muy en la línea de esa dimensión lírica con la que la tradición francesa trabaja esa técnica" y, por último, los retratos, "por la capacidad que tenía para la introspección psicológica".

Amparo Cores nació en un ambiente familiar cultural y artístico. Nieta del pintor y pedagogo José Uría y Uría (Oviedo, 1861-Vigo, 1937), sobrina del historiador Juan Uría Ríu, hermana del fotógrafo Antonio Cores, prima de los también pintores Maruja y Javier Uría Maqua, esta última fallecida el pasado verano; viuda del pintor Jesús de la Sota y madre de tres artistas, Amparo, Marta y Pablo, éste fallecido el pasado abril, pintó desde niña, como ella misma relataba en una entrevista con LA NUEVA ESPAÑA en 2009.

"Cuando era pequeña me gustaba analizar los cuadros de mi abuelo que teníamos en casa, pero mi afición surgió a raíz de que se muriera una hermana de dos años. Mis padres contrataron a un pintor para que hiciera un retrato de ella y como teníamos pocas fotografías y de mala calidad, el pintor vino a casa para hacer el retrato fijándose en nosotros, en sus hermanos. Me gustaba ver cómo trabajaba y mi abuelo se dio cuenta de que yo tenía afición y me animó a pintar".

En el año 1957, Amparo Cores Uría (Oviedo, 1929- Madrid, 2015) llegó a París para completar sus estudios artísticos, acompañada de la también artista ovetense Mercedes Gómez-Morán (Oviedo, 1929). Tenía 28 años y había recibido una buena formación que inició en la catedral de Oviedo, con el escultor Víctor Hevia, continuó en el estudio de Eugenio Tamayo y, con posterioridad, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y en la de San Jorge de Barcelona. "En París estuve en el estudio de André Lhote, un pintor muy afamado, pero no encajaba muy bien, él quería que pintáramos lo que mandaba y mí eso no me gustaba", decía Amparo Cores .

José Antonio Fernández Castañón cree, sin embargo, que la formación con André Lhote, dio a la obra de Amparo Cores un aire muy francés, enlazando con el desarrollo del impresionismo. "Es el Monet de la pintura asturiana en el paisaje, supo interpretar el paisaje asturiano en los tiempos actuales, con esas nieblas que lo idealizan aún más. Después de los paisajes de Piñole, están los de Amparo Cores", señala.

Y, como retratista, es una gran desconocida. "Tenía que estar muy a gusto con la persona que debía retratar, le sacaba lo más puro, lo mejor, la interpretaba para mejorarla. En Tassili expuso en dos ocasiones y recuerdo que uno de los retratos lo adquirió Pedro Masaveu", añade Fernández Castañón, emparentado por parte de su esposa con la artista.

Estando en París, Amparo Cores viajó a la Exposición Universal de Bruselas, ciudad en la que conoció al que acabaría siendo su marido, Jesús de la Sota. "El pintor va a ser su verdadero maestro, pues con sus comentarios e indicaciones, con su modo de trabajar (entonces pintaba paisajes constructivistas inspirados en los pueblos de Guadarrama), le permitió desarrollar plenamente su personalidad pictórica", escribía Teresa Fernández en el catálogo "Pintoras asturianas 1937-1976", publicado con motivo de la exposición del mismo nombre que organizó el Principado en 2004.

Amparo Cores pertenecía a la primera generación de mujeres creadoras plásticas vinculadas a la vanguardia artística asturiana del siglo XX, junto a nombres como Blanca Meruéndano, Rosario Areces, Maruja Moutas, Pepa Osorio, Covadonga Romero y la ya citada Gómez Morán que fueron homenajeadas en ese 2004 por el Gobierno y distinguidas con la Medalla de Asturias en la categoría de Plata. Una distinción que ella recordaba "con mucho cariño e ilusión".

"Tenía gran gusto y sensibilidad pictórica y pertenece a una generación de mujeres artistas muy interesante en el panorama asturiano", señala Javier Barón, conservador jefe de pintura del siglo XIX del Museo del Prado.

"Es una pintora muy de época, contenida, nada rupturista, en cuya trayectoria el ambiente familiar artístico juega un papel muy importante", subraya Francisco Crabiffosse, crítico y estudioso de la historia artística asturiana.

"Siempre me gustó mucho pintar paisajes. La niebla de Asturias me inspiró más que los paisajes verdes y soleados. Algunos califican mi obra como poética, yo creo que simplemente reflejo mis ideas y pensamientos. Además, he pintado muchos retratos, algo que ahora no sé por qué, se rechaza. Las figuras grotescas se aceptan, pero si haces un retrato no", decía Amparo Cores.

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