Gijón, Víctor GUILLOT

«Entre Arte II» será la exposición del verano en Gijón. Una muestra que reúne a veintiún artistas de siete galerías asturianas que de forma conjunta participan en la muestra, que permanecerá abierta hasta el 23 de septiembre.

Amancio es el primer nombre que inicia esta exposición, donde la escultura, la pintura, la fotografía y las instalaciones son los protagonistas. Las habitaciones del Revillagigedo suelen estar protegidas por alguna criatura de Amancio, que trabaja la madera como si fuera granito. El escultor impone su punto de vista personal en la talla de la madera, directa y violenta con los asturcones del patio, lenta y atávica en las cuatro obras expuestas en diferentes habitaciones. Todas ellas nos devuelven a la escultura más autónoma, aquella que representa a dioses, hombres y animales demoniacos que en otro tiempo componían la mitología de las tribus primitivas.

Como contraposición al estilo de Amancio, están las esculturas de Esperanza D$27Ors, obsesionada con la soledad del hombre, el dolor y la muerte. Obras como «Océanos de sombras» son un claro ejemplo de esta reflexión, donde una figura observa veintiún cadáveres tendidos y tapados con un manto de aluminio a modo de sábana. La escultora madrileña presenta para esta exposición una antología de seres inquietantes, inermes, mortecinos, dolientes quizás e incapaces de verse ante el espejo.

El paso a la escultura abstracta se inicia con Eugenio López y tres estudios geométricos sobre la esfera. Austero y riguroso, López se presenta como un auténtico geómetra, un militante de la abstracción que hace de la escultura una reflexión materialista de las formas de la naturaleza. Si Eugenio López busca los límites de la esfera, las esculturas de Ernesto Knörr son un paso primerizo a la arquitectura a través de vigas atravesadas entre sí. Todas ellas construyen estructuras que establecen un diálogo con los cuadros de Manuel Vela, entre ellos «Rojo y negro». Esta coincidencia de los dos artistas en una misma sala demuestra cuánto de pintura puede haber en la escultura o, peor aún, que la última escultura abstracta imita a la pintura abstracta y minimalista contemporánea.

El fallecido pintor gijonés Javier del Río tiene su plaza en el palacio de Revillagigedo, donde presenta dos miradas contrapuestas, una más infantil dirigida a los paisajes y otra más melancólica y siniestra, que atiende a la expresión de la muerte. El espectador que vaya en su busca deberá detenerse ante su «Autorretrato» y ante una verdadera obra maestra como es «VIH+».

El joven Hugo Fontela expone varios paisajes abstractos presididos por los grises de la melancolía oriental, expresada con gran maestría. Siguiendo esa línea, José Paredes presenta entre sus obras las «Flores de las islas de las flores», donde se sigue expresando la particular cosmología del pintor asturiano. Siguiendo esta línea, no se puede obviar el expresionismo abstracto, violento y urbano de Jaime Herrero, desvelado en cuatro cuadros, cuatro «refugios» donde queda patente la fuerza y el genio del artista.

La mirada naïf la componen dos autores. Chechu Álava, con cuatro óleos, entre ellos «El beso» y «La fiesta», y Gabriel Truhán con su composición «Cuatro telas para un asiento». La artista Kely también participa con tres obras, una de ellas de gran formato, dando una vuelta de tuerca más a su estilo que deriva hacia un expresionismo pop, sin abandonar en sus composiciones la fotografía.

La fotografía de Rebeca Menéndez nos traslada al mundo de los sueños, donde lo insólito se vuelve real, incluso cotidiano, gracias a su mirada. Hay en sus fotos un guiño infantil a la mujer, un juego de raíces surrealistas que atrapan la atención del espectador y que encaja con los planteamientos de los otros tres artistas.

Merece la pena detenerse ante las figuras de Max Neumann, cuatro lienzos donde el artista indaga en la figura del hombre contemporáneo, un tipo sin rostro y sin atributos que simboliza al hombre contemporáneo. Cerca de Max Neumann se pueden contemplar cuatro cuadros de gran tamaño de José Manuel Ciria, cuyos lienzos se lanzan a la investigación de cuerpos humanos, como en «Posible figura sobre fondo rojo», a través del uso del color y la experimentación de formas. Nada que ver con el erotismo sofisticado de Agustín Bayón, que se reivindica en esta exposición como un maestro del dibujo y del realismo a través de cinco pequeños dibujos que investigan el mito de Carmen desde una visión contemporánea.

Durante tres meses todas las obras podrán ser admiradas en Gijón. Cajastur y la Asociación Profesional de Galeristas de Arte Contemporáneo ultiman la edición de un libro que reúna los cuadros presentados.