Oviedo,

C. MARINA / P. RUBIERA

Luis Gracia Iberni, hombre fundamental en la programación musical de Oviedo en los últimos quince años y colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA, falleció ayer en su Zaragoza natal, a los 43 años, víctima de una dolencia pulmonar. Su muerte conmocionó el mundo musical asturiano y español. Se va una de las inteligencias musicales españolas, pero también un hombre generoso y un maestro querido por los alumnos. Las Jornadas internacionales de piano, que ayer vivieron el debut del pianista polaco Piotr Anderszewski pasarán a llamarse «Luis G. Iberni». Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo, admitía que «sin él, la ciudad no sería hoy la capital musical que es».

Iberni fue ingresado hace unas semanas en el hospital de Zaragoza víctima de una bronconeumonía que más tarde se complicó. Su cadáver será incinerado mañana y a continuación se celebrará una misa en la capilla del complejo funerario de Torredo, en la citada ciudad. Numerosos amigos y compañeros de las universidades de Oviedo y de la Complutense de Madrid, en las que impartió clase, asistirán a su despedida. El Ayuntamiento de Oviedo estará representado por su concejal de Cultura, José Suárez Arias-Cachero.

«Cené con él hace algunas semanas para preparar proyectos de cara al futuro en los conciertos y nada hacía presagiar este desenlace. Su pérdida es tremenda para la vida musical de Oviedo. Su trabajo fue esencial para el posicionamiento de la ciudad como capital musical. Desde el Ayuntamiento le prepararemos un gran homenaje a la altura de la labor que realizó», declaró Arias-Cachero.

Nacido en Zaragoza en 1964, Luis G. Iberni comenzó sus estudios musicales en su ciudad natal y posteriormente los continuó en la Universidad de Oviedo, donde obtuvo el premio extraordinario de Doctorado. «Fue uno de los mejores alumnos de Musicología de Oviedo, uno de los mas vivos y maduros que yo tuve», declaraba ayer su maestro y amigo, Emilio Casares.

Dirigió el Aula de Música de la Universidad desde 1992 y también el festival de música de la entidad académica y los cursos de gestión musical que se celebraban en Gijón durante el verano. Y de su impulso se crearon ciclos de conciertos en el teatro Campoamor, luego en el Auditorio, así como las Jornadas internacionales de piano. Dirigió todo ello hasta la actualidad y a esto le unió el empuje para la creación del Festival de danza y también del Festival de verano de Oviedo.

Hace ocho años se trasladó a Madrid, donde pasó a ejercer la docencia en la Universidad Complutense, de cuyo ciclo de conciertos en el Auditorio Nacional era responsable, junto con Emilio Casares. En el ámbito de la musicología dejó escritos estudios de referencia sobre compositores como Ruperto Chapí y Pablo Sarasate, del que ultimaba una biografía definitiva que iba a ser editada por el Instituto Complutense de Ciencias Musical y por la Universidad de Harvard. Escribió para los principales teatros, orquestas y ciclos españoles -Teatro Real, Orquesta Nacional de España, La Zarzuela, El Liceo de Barcelona, Palau de les Arts y Palau de la Música de Valencia, entre otros muchos- y aportó miles de artículos y reseñas periodísticas a LA NUEVA ESPAÑA, «Abc», «El Mundo» y «La Razón».

«Era una de las cabezas mejor amuebladas del mundo de la música», recordaba ayer su amigo y discípulo Javier Menéndez, director de la temporada de ópera de Oviedo, quien no podía contener la emoción. «Entré en este mundo gracias a él, se va sobre todo un amigo, un amigo generoso que se apasionaba con la música y con los proyectos».