En tiempos en los que en arte se suele alternar con frecuencia el más de lo mismo con el todo vale, conviene reparar en artistas que como Miguel Aguirre (Lima, 1977) afrontan un proyecto de obra personalizado si, como es el caso, plantea aportaciones de interés. El proyecto en cuestión tiene origen en la tesis para su doctorado en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona sobre «La pintura de historia: un discurso contemporáneo» que, dicho con sus palabras, «buscaba establecer la posibilidad y la pertinencia de la pintura de género histórico a principios del siglo XIX, un género olvidado durante la pasada centuria», a lo cual apunta en la presente exposición que titula «In cold blood» y desarrolla en dos series: «DD/MM» y «Dramatización».

Miguel Aguirre se plantea este proyecto «a partir de diversas reflexiones de algunos teóricos y críticos sobre la serie «18. Oktober 1977» del artista alemán Gerard Richter. Añadiremos por nuestra cuenta que dicha serie constituye un ciclo de pinturas realizado en 1988 y dedicado a las actuaciones y circunstancias que rodearon la existencia de la banda anarquista Baader-Meinhof. Partiendo de esta serie, retoma la bien conocida tendencia de parte de la pintura alemana de las últimas décadas a poner su atención en la historia reciente de su país, como testimonio, como reflexión crítica, pero también como «género» capaz de situar de alguna manera la pintura en relación con la historia, referencia inexistente en las tendencias de vanguardia y neovanguardia.

Han sido numerosos los artistas alemanes que han incidido en dichos conceptos en un pasado reciente, en gran medida por la enorme influencia del nazismo en ese pasado, pero para abordar mejor las características del trabajo de Miguel Aguirre viene al caso reducir los ejemplos a dos: Anselm Kiefer y Gerhard Richter, subrayando su mayor afinidad con el segundo. Porque si en esa construcción de la memoria histórica Kiefer actúa en gran medida explícitamente sobre el fenómeno nazi y sus planteamientos plásticos mantienen en general referencias a la tradición expresionista y a un cierto simbolismo romántico, Richter, pintor como se sabe de notable eclecticismo por otra parte, alude a acontecimientos reales, concretos y de más amplio espectro, concibiendo la representación pictórica de manera ajena al expresionismo y en concreto centrada en la mediación de los medios de comunicación de masas, la fotografía y el cine, que es también el caso de Miguel Aguirre.

En su serie «Dramatización», asume una escenificación pictórica de la «realidad» en cuanto a acontecimientos históricos contemporáneos pero vistos a través de los testimonios de grandes realizadores cinematográficos, lo que supone una doble transformación artística de esa realidad. Los títulos de las pinturas, que son de pequeño formato, que Miguel Aguirre presenta son bien significativos: «According to Pontecorvo», o Loach, Costa Gravas, Attenborough o un largo etcétera. Y así, a la manera de ellos, como en un aprés, lo recogido por la cámara es interpretado y formalizado pictóricamente y esa alteración plástica va recreando unas escenas que tienen algo de lo sucedido, algo de lo filmado y algo de lo pintado y creando una figuración moderna dentro de un contexto histórico. Y aunque el artista afirme que no intenta contagiar al espectador el sentimiento provocado por el hecho trágico representado, sino otorgar una distancia que permita el cuestionamiento crítico del suceso y de su trasfondo, está claro que el espectador recibe también ese sentimiento de las pequeñas e intensas pinturas. La exposición se completa con la serie «DD/MM», dedicada a la transferencia de imágenes de hechos más o menos trágicos de los últimos tiempos a partir de la prensa escrita.