Gijón, Miriam SUÁREZ

Quienes de un modo u otro están relacionados con el mundo taurino llevan tres días pendientes de las noticias que llegan del Hospital de Aguascalientes, en México. En Gijón, Javier Álvarez se mantiene atento a la evolución de José Tomás como especialista en cirugía vascular y, sobre todo, como responsable del equipo médico de la plaza de toros de El Bibio. La primera observación: «Sabiendo el alcance que tienen las heridas de asta de toro, no sé por qué no suele haber cirujanos vasculares en las plazas».

La situación en el coso gijonés cambió con la entrada, hace tres años, del doctor Álvarez. Su antecesor, Inocencio Fernández, pensó en él cuando se jubiló precisamente para cubrir ese vacío. «Yo, además, incorporé un traumatólogo», apunta. Completan el equipo médico de El Bibio un cirujano general, un anestesista, un ayudante, un instrumentista y un hematólogo. «Nosotros sí tenemos siempre sangre disponible, que en México no había», precisa.

Si Javier Álvarez amplió el espectro de la asistencia sanitaria en la plaza gijonesa fue para «estar bien preparados» ante cornadas como la que «Navegante» le dio el sábado a José Tomás. «Hay plazas en España, no sólo en México, que van al mínimo de lo que exige la ley. Nosotros vamos a lo máximo. Estamos hablando de una actividad profesional con mucho riesgo», incide. «La herida de asta de toro produce un gran destrozo en venas y arterias, porque al penetrar gira como un torbellino. Es muy importante tener una buena dotación médica. Pero, a veces, es difícil transmitírselo al empresario y al entorno del torero, que, curiosamente, ni pasa por la enfermería para comprobar en qué condiciones está», prosigue.

El doctor Álvarez, jefe del servicio de cirugía vascular del área sanitaria V, no conoce los detalles de la cogida que sufrió José Tomás, pero, por lo que ha trascendido en los medios de comunicación y su dominio de la especialidad, se hace una idea del alcance de la lesión. «El asta penetró en la pierna entre el tercio medio y el inferior. Una zona donde se ven afectadas, principalmente, las venas (recogen sangre de la pierna) y arterias (riegan el pie) femorales», explica. «Si el toro engancha más arriba, por el triángulo de scarpa, la urgencia es más vital. Eso fue, por ejemplo, lo que le pasó a Paquirri», añade.

Para reparar el desgarro de una cornada como la de Aguascalientes hay que reconstruir los tejidos afectados con injertos que se extraen del propio paciente. «Deben evitarse los injertos sintéticos, porque la posibilidad de infección crece. El asta de toro arrastra muchos gérmenes y este tipo de heridas ya tiende a infectarse de por sí», aclara. Pero, según Javier Álvarez, lo que probablemente le haya salvado la vida al diestro sevillano fue la reacción del subalterno que le taponó el orificio de la pierna: «Le metió el puño para apretar la herida. Y eso es lo que hay que hacer ante un sangrado tan masivo».

¿Le quedarán secuelas a José Tomás? «Si le afectó a la vena femoral, los resultados de su reconstrucción suelen ser malos. Podría quedar con la pierna más hinchada, con edemas, y tener que utilizar una media elástica para torear», calcula. Pero ha salvado la pierna y la vida. Que es mucho. «Yo le vi torear el año pasado en El Bibio y me puso nervioso. Se arrima mucho y no mira al toro», cuenta. Aunque «lo peor es cuando se ponen de rodillas. Ahí el toro engancha el cuello y el tórax, y esas cornadas suelen ser mortales».