Profesor de Psicología de la Universidad de Oviedo y autor del libro «Ser gordo, sentirse gordo»

Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

En su anterior libro, «La delgadez imposible», ya daba algunas claves sobre cómo mantener el peso y la salud, y ahora, con un enfoque más práctico, ahonda en ellas en un nuevo volumen, «Ser gordo, sentirse gordo: claves para el control emocional del peso» (editorial Pirámide). Isaac Amigo, profesor de Psicología de la Universidad de Oviedo, desaconseja las dietas bajas en calorías y los maratones en el gimnasio. Resultan inútiles, avisa.

-Establece una diferencia entre estar gordo y sentirse gordo.

-Una cosa es ser gordo, otra sentirse gordo con las alteraciones emocionales que eso conlleva y las maniobras inútiles para controlar el peso. Sentirse gordo no es estar gordo. Eso, llevado al extremo, es la anorexia. Una chica con un índice de masa corporal de 26, es decir, que midiendo 1,60 pesa unos 69 kilos, no tiene ningún problema de salud, pero tiene que soportar la presión cultural, que exige estar más delgada. Es más, está comprobado que las personas que tienen un ligero sobrepeso, sobre un índice de masa corporal de 26, viven más años.

-Así que, unos kilos de más son sanos, aunque no sean estéticos.

-Las pinturas de Rubens muestran el prototipo de mujer vigente hasta hace poco tiempo, cuando el volumen era símbolo de belleza. Así fue hasta los años 50 o 60, y eso cambió porque la delgadez es costosa y cara de mantener, así que es sinónimo de riqueza, pero la naturaleza nos lleva al sobrepeso y antes el volumen era la belleza.

-Sostiene que las dietas hipocalóricas no sirven para nada.

-La primera vez que se hace una dieta hipocalórica es útil, pero en el 95 por ciento de los casos se recupera el peso perdido e incluso se gana más peso, y hay una tendencia a que el cuerpo vaya perdiendo magro y ganando grasa, con el resultado de un cuerpo flácido. Las dietas pueden proponer cosas contradictorias -una suprime los hidratos, la otra, las grasas...- y al final los resultados son los mismos: una pérdida de un 5 por ciento de peso al año. En realidad, todas funcionan porque restringen calorías, pero sus resultados no son permanentes. La dieta es la solución fácil.

-¿Y entonces?

-Grande Covián hace treinta años ya decía que el porcentaje de hidratos de carbono de cadena larga -legumbres, verduras...- debe suponer el 55 por ciento de las calorías diarias de una persona sana, el 30 por ciento deben ser grasas y el 15 por ciento proteínas. Eso significa comer más de aquellos alimentos que se consideraban de pobres: garbanzos, lentejas...

-Hay otra vía para mantener el peso correcto, que es hacer deporte.

-No es la otra vía, es la vía, junto a una alimentación equilibrada. Una persona que camina 12.000 pasos diarios tiene la garantía de mantener su peso de por vida. Eso supone caminar una hora diaria. El ejercicio es muy difícil que sirva para perder peso, a menos que sea a una intensidad enorme, imposible de asumir por una persona normal y corriente, que tiene que trabajar, cuidar a sus hijos..., pero la actividad física es importante para no subirlo. Viendo la televisión se gastan las mismas calorías que durmiendo.

-¿No hay modo de que quien ha ganado unos kilos pueda perderlos?

-El cuerpo no permite la pérdida de modo permanente de más de un 5 por ciento de peso, lo que supone entre unos tres y cuatro kilos. Es imposible recuperar el peso que tuvimos cuando éramos jóvenes, pero la gente se marca metas irrealizables: perder hasta el 15 por ciento. Controlar el peso exige despreocuparse de él. Uno se sube a la báscula a diario como si fuera a suceder un milagro, pero debe olvidarse de ella y dejar de luchar contra su propio cuerpo. Eso se ve más en la mujer, a la que la sociedad le exige un cuerpo irreal, fantasmagórico, cuerpos falsos. ¡Si hasta Putin y Sarkozy retocan sus fotos! Deberíamos ver la belleza en lo cotidiano, los pósteres publicitarios son irreales, esos cuerpos no existen.

-... Pero es muy difícil para una mujer sustraerse a esa presión.

-La mujer es premiada sistemáticamente por la delgadez, se la felicita por el control que ha ejercido sobre su cuerpo. El control sobre el cuerpo femenino ha sido una constante histórica, primero en el ámbito reproductivo y ahora en el estética. No se halaga a las adolescentes por su inteligencia, sino por lo bonitas que han llegado a ser.

-¿Qué es admisible a la hora de intentar adelgazar y que es patológico?

-Es difícil establecer el límite entre lo que es y no normal. Se hacen cosas que, por ser comunes, se aceptan como normales, pero que están rozando lo inconveniente: saltarse una comida, vomitar esporádicamente, tomar laxantes... Por sí solas no son un problema, pero si coinciden es posible que exista un trastorno alimentario. Es bueno llevar un diario de lo que comemos, porque solemos hacerlo inconsciente y más cantidad de lo que pensamos. A cualquiera que se le pregunte cuánto pesa responderá dos kilos menos de los reales, siempre es así. Saltarse una comida es muy frecuente y es absurdo, porque en la siguiente se come por dos veces. Hay que llegar a la mesa con apetito, no con hambre, porque, si no, devoras.

-Sabemos que las dietas milagro no existen, pero seguimos intentándolo.

-Sí, sabemos que son un engaño... Eso es porque escuchamos lo que queremos oír.

-¿Y si uno es de constitución gruesa desde pequeño?

-La genética juega un papel muy limitado en esto, lo que importa es el estilo de vida. En 1987 el 7 por ciento de la población española era obesa, 20 años después es el 26 por ciento: ese cambio tan rápido no puede ser genético. No hay por qué resignarse, pero hay que hacer lo que es posible, que no es el cambio que nos promete la publicidad. Se puede cambiar el cuerpo, desde luego, pero los límites son menores de lo que se piensa. El problema es que vamos ganando peso poco a poco y no nos damos cuenta de ello.

-¿Por qué en las familias con padres gordos los niños también suelen serlo?

-La historia personal marca. Los modelos familiares son decisivos y estamos ante la primera generación cuyas madres han vivido sometidas a las dietas para adelgazar.

-¿Los asturianos se mantienen en su peso?

-En Asturias la obesidad está por encima de la media nacional, y la solución es cambiar de estilo de vida: dejar de luchar con el propio cuerpo, nutrición equilibrada, ejercicio físico y controlar hasta donde sea posible. España ha superado la barrera del 50 por ciento de obesidad y sobrepeso, y ese porcentaje crece un 0,5 por ciento anual.