Oviedo, M. S. MARQUÉS

El «Diario de la revolución y de la guerra (1936-1939)», que recoge los escritos de Carlos González Posada, hijo del jurista asturiano Adolfo González Posada -uno de los intelectuales más destacados del llamado Grupo de Oviedo- sobre la Guerra Civil española, tienen tras de sí una curiosa e interesante trayectoria que comienza con su reciente hallazgo fortuito en Londres. El libro se presenta el lunes en la Fundación Ortega-Marañón de Madrid.

El diario pasó inadvertido para los descendientes del autor hasta hace cinco años. Fue en 2006 cuando el nieto de Carlos González Posada, Carlos Oppé, encontró en el escritorio de la casa de su madre en Londres una serie de cuadernos y documentos que ponían a su alcance la memoria del abuelo. Ni su propia madre, Lucila González Posada -hija del autor-, tiene un conocimiento claro de cómo llegaron allí ni de cuál era su contenido. Carlos Oppé decidió indagar en aquellos papeles y descubrió que se trataba de correspondencia y documentos además del citado diario.

Visto su interés -«no podía dejar de leer», afirma-, decidió ponerse en contacto con Miguel Ángel del Arco Blanco, un historiador que en esos días realizaba una investigación en la Universidad de Michigan (Estados Unidos) quien tras su lectura y a pesar de no conocer nada de Carlos González Posada vio pronto el interés de los diarios y comenzó a indagar en su figura.

Carlos González Posada nació en Oviedo en 1890 y en su Universidad estudió Derecho para doctorarse años más tarde en Madrid. Fue letrado de las Cortes, donde conoció al socialista Julián Besteiro de quien sería secretario personal. La Guerra Civil interrumpió su trayectoria vital, como la de muchos otros españoles, pero lo invitó a redactar un diario de gran interés para comprender la contienda. «A pesar de mis dificultades con el castellano pude calcular en seguida su valor», comenta Carlos Oppé. Con la ayuda de Miguel Ángel del Arco descubrió que estaba «muy bien escrito» y que era un documento «inédito y excepcional» sobre la Guerra Civil. «Está escrito en primera persona, mi abuelo es el narrador y va describiendo lo que sucede en España en esos momentos, lo que está pasando en la guerra. Va de lo más cotidiano, como las dificultades para encontrar comida, a comentarios sobre personajes de cierta relevancia». Según Oppé, el valor del diario estriba en que a pesar de lo mucho que hay escrito sobre la guerra apenas hay nada narrado en primera persona, a modo de diario. «Es muy descriptivo y consigue un retrato muy interesante de cómo era aquella España»

El nieto de Posada, que reside en España desde hace veinte años, aunque nació en Londres, ciudad a la que su madre se trasladó en 1951, afirma que en los escritos no hay una presencia asturiana muy destacada pero sí algunos recuerdos, frases y palabras que su abuelo escribía al más puro estilo de la tierra. «Para decir que una casa era confortable, escribía que era atopadiza». También comenta que su abuelo habla de la lluvia que cayó en una ocasión en Oviedo durante su niñez, de la Revolución de 1934 o del suceso del general Aranda con una de sus tías durante el sitio de Oviedo, y no faltan recuerdos de Salinas, localidad donde veraneaban.

Cuenta Oppé que a Miguel Ángel del Arco las palabras y los giros en asturiano le llaman la atención y le gustan mucho, «con ellos el abuelo demuestra que no se había olvidado de su origen ovetense». Entre los papeles de González Posada se encontró también un paquete de correspondencia que incluye algunas cartas recibidas durante el tiempo que pasó en prisión.

A lo largo de los ocho cuadernos que componen los diarios, el que fuera secretario personal de Julián Besteiro cuenta sus vivencias y reflexiones sobre la Guerra Civil. «Es un documento íntimo que no quiere convencer, muestra la forma de pensar de una clase media dividida entre la voluntad de progreso, de reforma moderada, y la necesidad de orden y ley».

Pero la historia de Posada no acaba con la Guerra Civil. Ése fue solo el comienzo de sus vicisitudes. Antes de acabar la contiende huye a Francia, donde se encontraba su familia y, tras un año allí, decide volver a la zona nacional para colaborar con el «Nuevo Estado», pero las cosas no sucedieron como esperaba y le deniegan la reposición del cargo que desempeñaba como funcionario del Congreso antes del golpe de Estado. Comienza su decepción con la España franquista: su paso por la prisión de Ondarreta por una denuncia anónima evidencia que las cosas no iban a ser fáciles para un antiguo simpatizante de la república.

Carlos González Posada nunca supo quién lo denunció ni quién impidió que no pudiera recuperar su trabajo hasta 1944, pero su nieto sabe ahora que Serrano Súñer tuvo mucho que ver para dificultar que su vida volviera a ser la de antes. «Todos estos acontecimientos lo destrozaron, sufrió mucho», dice Oppé.

Los archivos en los que Del Arco comenzó a bucear nada más leer los cuadernos han aportado muchas luces a la historia de Posada. Entre ellas, lo sucedido para que alguien que estudió en la Institución Libre de Enseñanza y perteneció a una familia cercana a los ideales republicanos hubiera acabado, aparentemente, abrazando la causa del franquismo. Todo indica que fueron los enfrentamientos entre distintos sectores del mismo Partido Socialista de Besteiro los que le hicieron abandonar.

Pero, volviendo al origen, «El diario de la revolución y de la guerra (1936-1939)», editado por Comares, será presentado el lunes en Madrid con la participación de Carlos Oppé y Miguel Ángel del Arco Blanco, profesor de la Universidad de Granada y autor del estudio preliminar. La intención de ambos es darlo a conocer después en Oviedo para lo que están en vías de cerrar las fechas con el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA).