Fernández Ochoa ve «irracionalidad» e «injusticia manifiesta» en la sanción a Villa

La directora de las excavaciones de Gijón considera el proceso fruto de «posturas interesadas que exageran lo sucedido» en perjuicio del arqueólogo

Carmen Fernández Ochoa.

Carmen Fernández Ochoa.

Oviedo, M. S. MARQUÉS

La cadena de apoyos y las innumerables muestras de solidaridad que el arqueólogo Ángel Villa ha recibido en los últimos meses suman ahora un nuevo y significativo refuerzo con la defensa que de su nombre y de su trabajo realiza la arqueóloga asturiana y catedrática de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen Fernández Ochoa.

La profesora, que hace una detallada glosa del quehacer arqueológico y la contribución de Ángel Villa al conocimiento del mundo castreño y la romanización, lamenta con asombro la situación que está viviendo el arqueólogo y su separación de las labores que venía realizando, lo que a su juicio constituye «no solo una injusticia manifiesta hacia el trabajo realizado por Villa, sino un auténtico baldón para la arqueología de nuestra tierra».

La directora de las excavaciones de Gijón desde hace más de dos décadas que hasta ahora había mantenido silencio en torno a la situación que padece Villa por el expediente disciplinario abierto por la Consejería de Cultura, que le acusa de falta de diligencia a la hora de informar del hallazgo, en condiciones deplorables, de miles de piezas arqueológicas en la Campa Torres, señala que además de defender la trayectoria profesional de Villa sus declaraciones a favor del arqueólogo son «consecuencia directa de algunos diálogos mantenidos a distintos niveles y que resultaron claramente infructuosos». Tras sus vanos intentos de mediar en la polémica comenta que «la dosis de irracionalidad que acompaña el proceso no es fácil de comprender y solo se explica como fruto de posturas personales que exageran interesadamente los episodios o sucesos que conforman la base de la injusta sanción que se quiere aplicar a Ángel Villa».

El apoyo de Ochoa da la medida del descontento del mundo de la arqueología que, como se comentaba en un artículo reciente, ve cómo se «convierte en personas incómodas a los buenos profesionales y se premia a los responsables del expolio».

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