Director de escena de la zarzuela «Los diamantes de la corona»

Oviedo, Javier NEIRA

José Carlos Plaza es uno de los grandes de los escenarios españoles -ha recibido en tres ocasiones el Premio Nacional de Teatro- y es el encargado de dirigir la escena en la zarzuela «Los diamantes de la corona», de Barbieri, que se ofrece hoy, a las ocho, en el teatro Campoamor de Oviedo dentro del XVIII Festival de teatro lírico español. Cinco representaciones para el título final del ciclo.

-Teatro, ópera, zarzuela...

-Ahora, entre otras cosas, dirijo «Escénica», creada hace 14 años. Es realmente un taller de aprendizaje, con sedes en Sevilla, Granada y Málaga. Es un taller de entrenamiento pensado, sobre todo, para gente joven.

-Madrileño y zarzuelero es casi una redundancia.

-Sí, soy madrileño, y la verdad es que también medio asturiano, porque desde que nací hasta los 22 años pasé todos los veranos en Ribadesella, y, claro, eran aquellos veraneos que empezaban casi en mayo y se prolongaban hasta octubre. Por eso conozco Asturias a fondo, aquí me siento como en casa o, mejor dicho, en casa plenamente, y me gusta mucho.

-Volviendo a la escena...

-Me formé con Narros y Leighton, con la mejor escuela de todas, y he dirigido 120 obras de teatro y 30 óperas. Fui director del Centro Dramático Nacional durante casi seis años. Estando a su frente hicimos Chejov, Shakespeare, de todo lo mejor. Ahora me dedico con mucha intensidad a la enseñanza, me gusta mucho el contacto con los jóvenes. Y estamos con «La sonrisa etrusca», de José Luis Sampedro, y, claro, «Los diamantes de la corona». En nada, con «El gato montés».

-¿Cómo es «Los diamantes de la corona»?

-Parte de una ópera cómica de París del año 1800, «Las joyas de la corona». Camprodón y Barbieri la trajeron a nuestras coordenadas, la cambiaron completamente, es una obra del todo nueva, aunque la inspiración está muy clara. Es un cuento en el que salen princesas, bandoleros, soldados, monjes, cuevas, palacios...; el espectador va a venir al teatro, como ya ocurrió en Madrid, con un espíritu que será parecido al espíritu de los niños, con la intención de jugar con nosotros y divertirse sin parar. «Los diamantes de la corona» es genial, y más si se ve con el espíritu de un niño. La música es excelente, y el vestuario, propio de verdaderas princesas; mi nieta estuvo conmigo en una función y la vi todo el tiempo encantada. Es, como comentaba, una farsa y al tiempo una función con un rigor enorme, porque es una zarzuela muy difícil musicalmente, llena de matices que el maestro Cristóbal Soler, que es un genio y hace auténticas virguerías, logra sacar a la luz. El texto, en verso, añade dificultades, pero hemos conseguido que no se note ese aparente obstáculo, así que todo parece fácil y ligero. Es un espectáculo para recuperar dentro de nosotros mismos la infancia.

-¿Por qué, entonces, se trata de un título prácticamente desconocido?

-Estuvo representándose regularmente hasta la República, pero a partir de la Guerra Civil desapareció misteriosamente de los escenarios. Se conoce mucho el bolero, «Niñas que vais a Granada...», que lo canta Montserrat Caballé con su hija, y hay, asimismo, una edición de un disco de Pilar Lorengar y Manuel Asensio, pero sólo con algunos trozos. Y nada más.

-Inexplicable.

-Es que este país es muy raro, hay auténticas joyas musicales que estaban, o aún están, completamente perdidas, como esta zarzuela. La reestrenamos en Madrid, en el teatro de la Zarzuela, en mayo del año pasado, y yo, que no miento jamás, puedo decir que la gente quedó boquiabierta. No pararon de aplaudir desde los decorados iniciales. Después, todo el mundo llamaba para felicitarnos. No hubo ni una localidad libre en un mes de representaciones, y eso que era un título desconocido. Milagros del teatro, encima, en un país tan raro. Somos injustos con lo nuestro y frecuentemente unos papanatas con lo que viene de fuera. Por eso es tan importante lo que está haciendo el maestro Soler: rescata a Barbieri y en general es un gran estudioso de la música española. De lo que se trata es de cultivar ese amor a la música española.

-Tan popular.

-Muy popular, pero de repente se produce un corte como ocurrió con esta zarzuela, que, curiosamente, ocurre en Portugal, aunque, por ejemplo, el bolero habla de las niñas que van a Granada y que no deben ir a la sierra de Alpujarra ¡en Portugal! Se habla mucho, asimismo, de la corrupción, y la reina sacrifica los diamantes de verdad para dar de comer al pueblo.