Madrid, Agencias

La actriz mexicana Karyme Lozano, conocida en su país por haber participado en varias telenovelas de éxito, manifestó ayer en Madrid, dentro de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), su fe en Cristo, y compartió la experiencia de reconversión al catolicismo que vivió tras la muerte de su padre. Olivia Deserte es monja, filóloga, cooperante y payasa -de hecho dejó el circo donde actuaba por el convento- y se ha sumado a la JMJ para «encontrarse con Cristo», como una más de los miles de jóvenes asistentes.

La actriz mexicana explicó que nació católica, pero nunca fue practicante, sino que más bien era como «una católica "light"». Iba a misa cuando quería y consideraba a Cristo como «el dios del dinero, de la fama y del éxito». Así, piensa que, aunque creía en Dios, lo hacía de una forma «muy ignorante» y por eso «hacía «tonterías» como «jugar a la ouija o participar en películas y novelas con mensajes negativos».

A raíz de la muerte de su padre hace más de dos años experimentó en su vida un «cambio completo a todos los niveles; una transformación», gracias a la cual Cristo la «abrazó, guió, confortó y sacó del lodo», en una «aventura hermosa», dijo. La actriz se ve a misma como un milagro de Dios, ya que en su opinión es Él quien se manifiesta a través de ella y quien hizo caer el velo que le cubría los ojos. «Cuando eso ocurre ya uno no se puede echar atrás», sostiene.

Por su parte, Olivia Deserte es una chica francesa de 28 años que ha vivido en Roma, Burkina Faso, los Balcanes y España. Al terminar la carrera de Filología en Reims decidió enrolarse en un circo itinerante rumbo a los Balcanes, donde estaban los campos de refugiados de la guerra de Bosnia.

Deserte y su circo pasaron el verano del año 2003 entre Bosnia, Serbia, Macedonia, Kosovo y Croacia, actuando de forma altruista para «infundir alegría» a los niños refugiados en estas regiones. «Fue una experiencia muy impactante que hizo crecer en mí el deseo de dar vida y alegría», aseguró.

En octubre de 2003 dejó Francia y voló hasta Burkina Faso. Allí vivió todo un año como voluntaria en un centro de jóvenes de las religiosas de María Inmaculada. Sintió «la fuerte llamada de Cristo» para formar parte de esta congregación. Movida por una felicidad «desbordante», comenzó el noviciado en 2004 y, desde entonces, vive «feliz» entregando su vida a Dios.