La duquesa de Alba celebró ayer en Sevilla su tercer matrimonio. Fue 64 años después de la unión celebrada en la misma ciudad con el padre de su hijos, el aristócrata Luis Martínez de Irujo. Tras enviudar, Cayetana de Alba volvió a unirse en matrimonio, esta vez con el ex jesuita Jesús Aguirre, con el que llegó al altar en 1978. Cuando ya nadie esperaba otro enlace, la duquesa se puso el mundo por montera y dio el «sí» a Alfonso Díez.

Sevilla / Oviedo

Agencias / M. S. M.

Fue exactamente la boda que había estado soñando los últimos meses la duquesa de Alba: un enlace íntimo, lejos de las ortodoxias de la altísima clase a la que pertenece, y arropado por el pueblo. Cayetana Fitz-James Stuart, la mayor terrateniente de España, la mujer con más títulos nobiliarios de nuestro país, pasó ayer por la vicaría por tercera vez en su vida, y lo hizo para demostrar su amor por el ex funcionario del Ministerio de Trabajo Alfonso Díez.

Finalmente, la noble consiguió lo que quiso, a pesar de las reticencias familiares y los rumores de todo tipo difundidos por la prensa del corazón. Una vez más, se puso el mundo por montera. Dijo la duquesa sentirse «muy feliz» tras haber contraído matrimonio y lo refrendó bailando sevillanas ante una multitud de curiosos y periodistas que se agolpaban frente al palacio de las Dueñas, en Sevilla, donde se celebró la ceremonia.

La mujer, historia viva de nuestro país a sus 85 años, se descalzó y derrochó arte jondo frente a las miradas de todos. De todos, menos de sus hijos Eugenia y Jacobo, que no acudieron al enlace: la primera, por sufrir una varicela; el segundo, supuestamente por las declaraciones sobre su segunda esposa, la periodista Inka Martí, a la duquesa que criticó por «envidiosa».

Con un vestido rosa pálido con dos volantes en su parte inferior y un lazo verde en la cintura, diseñado por los modistos sevillanos Victorio y Lucchino, Cayetana se convirtió en la esposa de Alfonso Díez poco antes de la una y media de la tarde, ante unos cuarenta invitados al enlace. Después de la ceremonia se dio el baño de masas: jaleada con gritos de «¡guapa!» y «¡vivan los novios!», la noble lanzó a los asistentes el ramo de novia, que fue recogido por una joven estudiante de Enfermería.

Fue el primer colofón de una boda que también fue una gran fiesta, feliz y espontánea, y que había comenzado horas antes. Por supuesto, los primeros en llegar al exterior de la residencia sevillana de la duquesa fueron los medios de comunicación, mientras que el público se había ido congregando según se acercaba la hora del enlace para saludar a los invitados, a pesar del calor, con temperaturas superiores a los 30 grados. Por cierto, la Casa de Alba invitó a los periodistas que cubrían la información a unas pizzas y a bebidas, e hizo extensible la invitación al público congregado frente a Dueñas. Alfonso Díez llegó al palacio sevillano sobre las 12.45 horas, acompañado en el mismo coche por la madrina y gran amiga de la duquesa, Carmen Tello, quien iba vestida por los modistos Victorio y Lucchino, que también asistieron al enlace.

Minutos después aparecieron el torero Cayetano Rivera y su novia, la modelo Eva González, muy ovacionados por el público, igual que Francisco Rivera.