Madrid, Europa Press

Tras cinco años de ausencia, el amargo Capitán Alatriste, el narrador, ya no tan joven, Íñigo Balboa, el maestro Francisco de Quevedo y un puñado de viejos amigos y también algunos enemigos, como el malvado Gualterio Malatesta, regresan a la letra impresa en «El puente de los asesinos» de la mano de Arturo Pérez-Reverte.

Este año la saga Alatriste celebra su 15.º aniversario. «Yo he ido evolucionando, mi mirada cambia, se hace más cansada, y Alatriste acusa los efectos del paso del tiempo en mí. Él me ayuda a reflexionar sobre mi situación personal y entonces se produce una mutua interacción que es muy educativa e interesante para mí y muy útil para el personaje», explica.

Pérez-Reverte repasa los males del Siglo de Oro y de nuestro país. «El peor mal de la humanidad, y de España en particular, es la estupidez aliada con el poder y la arrogancia, y de esto tenemos ejemplos diarios desde hace décadas», alega el autor.

¿Y cómo se lucha contra ello? «Con educación y con ministros de Cultura responsables y cultos, que es lo que no tendremos nunca en España, ministros que piensen en las generaciones futuras y no en los votos de dentro de dos años».

Esta séptima entrega está ambientada en Venecia y muestra una España de cancillerías y de espías, de mundos turbios y de conspiraciones, sin olvidar las derrotas. El Capitán Alatriste es reclutado por el Estado español para un golpe de mano en Venecia, para matar y asesinar al dogo o dux (líder) de Venecia y ahora los enemigos se convierten en compañeros de viaje. «Los enemigos son útiles, te mantienen despierto y lúcido. No te dejan descansar y por ellos estás siempre preparado con un ojo abierto», afirma.