Pianista, mañana toca en el Auditorio de Oviedo

Oviedo, Javier NEIRA

La joven pianista donostiarra Judith Jáuregui, apenas 26 años, ofrecerá mañana, a las ocho de la tarde, en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo -y dentro del ciclo que Caja España dedica al bicentenario de Liszt en colaboración con las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni», que patrocina LA NUEVA ESPAÑA- un concierto que se titula «Sonidos del agua», con obras del propio Liszt, Ravel y Debussy. Como indica la pianista, «es un evocador recorrido por diversas piezas que fluyen con el agua como hilo conductor». En la mañana de ayer habló telefónicamente con LA NUEVA ESPAÑA.

-¿Preparando el concierto?

-Bueno, en estos momentos estoy paseando por la playa de la Concha de San Sebastián, mi ciudad, así que no puedo estar mejor. Vivo en Madrid y este pequeño reencuentro con mi tierra es fenomenal.

-¿Y el concierto?

-Es un homenaje a Liszt, este año está dedicado a su figura. El pasado 22 de octubre se cumplieron doscientos años de su nacimiento, de ahí que muchos conciertos en los últimos meses se hayan centrado en sus composiciones.

-¿Qué Liszt va a presentar en Oviedo?

-Algunas versiones clásicas, tan románticas, creo que están superadas porque han saturado al público. Me interesa mucho más el Liszt impresionista, profundo y, por lo tanto, nada superficial. Un compositor que por eso enlaza perfectamente con otros genios posteriores como Ravel o Debussy, que voy a incluir en el concierto.

-¿Por qué bajo el epígrafe del agua?

-Enlaza de alguna manera con el impresionismo, el sonido de las cascadas y de otras manifestaciones del agua que está presente, aunque sea implícitamente, en las obras que voy a interpretar.

-Un programa difícil.

-Todo es difícil. Incluso ligar tres notas puede ser muy difícil y también comunicar, trasladar, al público lo que haces. Este mismo programa ya lo he interpretado en otras dos ocasiones y ha gustado mucho. Por lo demás, este mismo año he tocado a Mozart, varios compositores románticos y otras piezas muy variadas.

-¿Qué prefiere?

-No podría ser infiel a ninguno de mis compositores. Ahí está Brahms, por ejemplo, con su fuerza y su pasión. De escoger, me quedaría con los románticos, los impresionistas y los rusos.

-No cita a Beethoven.

-Es un dios para mí, no podía remediar ser un genio y en todo se ve.

-Destaque una de sus obras.

-El Concierto número 3 para piano y orquesta. Me fascina. En tono menor, intenso, extraordinario. Y las sonatas. Se nota en todo su genialidad. Las sonatas avanzadas, por supuesto, pero también el resto como la «Patética» o «Claro de Luna», que es increíble. No podría elegir.

-¿Se formó en San Sebastián?

-Sí, estudié en San Sebastián. Empecé a los 5 años, por libre. A los 8 años ingresé en el Conservatorio y fui haciendo dos cursos en un año en ocasiones. Acabé a los 17 años. He sido una niña y una adolescente normal, pero con 11 años hacía décimo de Piano y primero de Bachillerato, así que tenía que estudiar a Platón y no era fácil.

-Después...

-Después, a Madrid y a Múnich, que fue donde de verdad me abrieron los ojos al mundo de la música y del piano. Estuve estudiando en Múnich cuatro años con Suchanov, un gran maestro.

-¿Cuando estudiaba le dijeron que la esperaba una vida de aviones y hoteles?

-No, de niña estudiar piano era como un juego. Formaba parte de un grupo musical en el que yo era la más pequeña. Íbamos a dar conciertos a Bilbao, Barcelona y otras ciudades, y lo que contaba era que funcionaba como una excursión, como un juego y las merendolas que nos dábamos.

-¿Qué tal llevan sus vecinos el piano?

-Vivía en Zurbano, en el barrio madrileño de Chamberí, pero me he tenido que mudar porque a los vecinos no les gustaba el piano.