Oviedo, P. RUBIERA

La cita invitaba a reflexionar sobre los nuevos consumos culturales. Enrique Loewe, presidente de honor de Loewe, del Círculo Español del Lujo Fortuny y uno de los invitados, hizo una primera consideración: «Hay que rebelarse contra la vulgaridad». Miembro de la cuarta generación de la familia Loewe, casa en la que comenzó a trabajar en 1965, Enrique Loewe invita a recuperar lo mejor del lujo y de la moda, lo que tiene de artesanía, de historia, de tradición y de cultura. «Llevo 47 años perteneciendo una empresa de lujo artesanal, que ha valorado un material fantástico como es la piel, que ha formado a artesanos y ha buscado en el diseño la calidad, la belleza para hacer objetos que sean compatibles con la vida cotidiana», afirmó.

Enrique Loewe participó ayer en un nuevo encuentro del ciclo «La cultura en el siglo XXI», organizado por Gona Centro de Formación y Producción Audiovisual y Cajastur. Le acompañaban en la mesa de debate la diseñadora Purificación García; Susana Campuzano, directora de Luxury Advise y del Programa Superior del Lujo de IE Business School; Juan Gona, presidente de Gona, y José Vega, responsable de la Obra Social y Cultural de Cajastur. Todos ellos respondieron a las cuestiones planteadas por los periodistas. A la mesa redonda posterior se incorporó Miguel Ángel Recio, hasta hace unos días director gerente de la Fundación Thyssen, que ayer tomó posesión de su nuevo cargo como director del Inaem del Ministerio de Cultura. Recio habló sólo del museo, no quiso entrar en la nueva política cultural.

La alta costura, las telas que en ocasiones se desarrollan como cuadros son aspectos que vinculan el arte y la moda, según subrayó Purificación García. La diseñadora también puso como ejemplo de esta conexión, en lo que a su marca se refiere, su colaboración con el fotógrafo Chema Madoz, Premio Nacional de Fotografía, y la más reciente con Juan Gatti, que se ha traducido en la convocatoria de un concurso de fotografía. «Siempre he tenido mucha inquietud por las artes visuales, a la fotografía le debía muchísimo, y me planteé por qué no devolver a la foto lo que ella nos ha dado a la marca. La fotografía educa y transmite sentimientos», explicó.

Enrique Loewe invitó a los asistentes a olvidarse del significado que la Real Academia Española (RAE) da a la palabra «lujo» (riqueza, suntuosidad, abundancia de cosas no necesarias). «El lujo es una voluntad del hombre de ser mejor, es la pasión por la artesanía, es el deseo de hacer un diseño de calidad y belleza para los objetos cotidianos».

¿Y qué es la moda? «Una fiel intérprete de la sociedad». Y añadió: «Cuando hablo de lujo hablo de una nueva opción para el hombre, relacionada con la introducción de nuevos valores, entre ellos, la ecología. Es una búsqueda de esos nuevos valores».

¿Y cómo hacer partícipes de esos nuevos valores a las personas realmente afectadas por la angustia económica? «Hay una crisis muy profunda de valores, y el hombre se encuentra en medio de una encrucijada», respondió el empresario.

Enrique Loewe y Purificación García coincidieron en afirmar que la mejor época de la moda española en los últimos treinta y cinco años fue la que coincidió con la Movida madrileña. Y sobre todos los diseñadores destacaron al recientemente fallecido Jesús del Pozo, «un buen exponente de la búsqueda de la modernidad desde una tradición», en palabras de Loewe.

La propia Purificación García, nacida en el pueblo orensano de Castrelo do Valle pero con biografía en lugares tan distintos como Montevideo, Canadá y Nueva York, hizo sus primeros diseños en Mallorca, en la década de los setenta del pasado siglo. Ayer lo recordaba con nostalgia. «Cuando empecé, en el año 1975, tenía mucha más libertad, los modelos eran muy artesanales, hacia pocas prendas y piezas muy exclusivas, que podrían estar en un museo. Cuando empiezas a hacer producción ese aroma se va perdiendo, compensa, porque sigues teniendo un veinte o un treinta por ciento de creatividad», explicó.

La diseñadora echa de menos un mayor compromiso empresarial con la moda. Parecía que los ejecutivos españoles iban a hacer «grandes cosas por los jóvenes diseñadores y, en cambio, el país se encuentra en un momento de estancamiento, mientras que los franceses e italianos reciben grandes ayudas a nivel estatal».

Loewe citó a Pedro Jota Ramírez, director de «El Mundo», quien, hablando de la moda, le dijo un día que en España no hay empresarios de ese sector. Está de acuerdo. Y va más allá. «La gente debe resolver y competir sin que venga papá Estado para solucionarlo todo». Y añadió: «Cuando España lo consiga se podrá contar con personas más capaces y luchadoras, evitar corrupciones y construir una economía y una sociedad más sana».

Susana Campuzano, que actuó como presentadora e introductora de los invitados, destacó que pese a la ausencia de empresarios de moda en España, los casos de Zara, Mango o Springfield se estudian hoy en todos los centros de moda y gestión. «Nos hemos convertido en artistas en la gestión, y estas marcas también han hecho mucho por la moda», dijo.

Al contrario que el mercado tradicional, el del lujo crece, afirmó Campuzano. Tiran de él las elites de China, Rusia y Turquía. «Es un mercado muy global, cuando va mal en unos países va bien en otros», señaló.

En España, en cambio, según Loewe, «la situación es menos optimista». «Hablar del lujo español es toda una aventura, porque en nuestro país tiene mucho que ver con la gastronomía, con la viticultura...».

¿Y quién hace más cultura, el que compra un diseño de Loewe o quien adquiere un cuadro de Regoyos? «A un diseño le pido que sea honesto, artesanal, que sea un objeto compañero. A una obra de arte le pediría respuestas para la vida. Nunca compararía una obra de arte como un objeto de uso cotidiano», subrayó Enrique Loewe.